Opinión

Absurda escalada de tensión en caracas

Foto: Reuters

Con su inflamada retórica habitual, el presidente venezolano Nicolás Maduro acusa a Mariano Rajoy de "racista" y respaldar a conspiradores nacionales y extranjeros. Insiste en que las elites españolas "apoyan el terrorismo" en Venezuela. La canciller, Delcy Rodríguez, afirma que "España ha extralimitado el debido respeto a la República Bolivariana, su gobierno y su pueblo" y sostiene que desde Madrid se respaldan intentos de golpe de Estado.

Es sabido que las relaciones entre Madrid y Caracas han pasado por muchos altibajos en los 16 años desde que Hugo Chávez accedió al poder. Ha habido una larga serie de desencuentros diplomáticos. Cuando Maduro retiró temporalmente a su embajador el año pasado acusando al eje Madrid-Bogotá-Miami de intentar derrocarlo, Rajoy evitó responderle. No obstante, más allá de encontronazos diplomáticos puntuales, ambos países han venido manteniendo una cooperación económica relativamente estable.

Por ello extraña y asombra la presente agresividad. ¿Cuál es la razón de la virulencia de este ataque? Es cierto que el Ejecutivo dio un giro a su estrategia de silencio en las últimas semanas manifestando públicamente su defensa de algunos opositores venezolanos. El Congreso de los Diputados, con el apoyo de PP y PSOE, emitió una moción pidiendo la "liberación inmediata" de Leopoldo López y Antonio Ledezma, así como otros líderes encarcelados. Por su parte, el expresidente Felipe González se sumó al equipo de abogados que defiende a López y al alcalde de Caracas, Ledezma.

González todavía espera poder viajar a Venezuela a mediados de mayo, pese haber sido declarado persona non grata por la Asamblea Nacional. El presidente de la Cámara, Diosdado Cabello, defendió esta resolución aludiendo al "tenebroso pasado de González, de jefe de un grupo paramilitar que es utilizado para exterminar a sus compatriotas en España".

España no se ha inmiscuido en la soberanía venezolana. Lo que ha hecho ha sido unirse a otras voces que piden la liberación de los presos políticos. Sus iniciativas son similares a las de otras instituciones latinoamericanas y europeas que han expresado su preocupación por la situación en Venezuela.

El objetivo del régimen de Maduro no es como afirma "defender la soberanía nacional de injerencias extranjeras". La polémica (reedición del altercado con EEUU en semanas pasadas) busca distraer a la población de la gravísima crisis económica y social en el país, que deberá celebrar elecciones parlamentarias este año.

Precisamente, la respuesta a la pregunta del ¿por qué ahora? tiene que ver con EEUU. El acercamiento entre Washington y La Habana (el aliado más importante de Caracas) ha dejado huérfano al discurso populista de Maduro. Falto de un enemigo externo, el chavismo ha sustituido a Estados Unidos por España.

Si bien Madrid desea mantener las mejores relaciones posibles con las autoridades de Caracas, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, considera inaceptable la batería de insultos y descalificaciones. A ello se suman las - todavía veladas - amenazas de castigar los intereses españoles en Venezuela bajo la fórmula de "revisar exhaustivamente" las relaciones de carácter bilateral.

En señal de protesta, ha llamado a consultas a su embajador en Caracas, Antonio Pérez Hernández. Es patente quien causa la escalada. Mientras ha sido posible, España se ha mantenido prudente. Su reacción no es desproporcionada y, aunque dura, es ajustada. En diplomacia sólo un paso por debajo de la retirada del embajador y la ruptura de relaciones. Algo que Madrid ha dejado claro que no desea.

Medidas represivas están deshaciendo el sistema democrático anhelado nuevamente por gran parte de la juventud venezolana. Las generaciones precedentes saben muy bien lo costosa que fue su consecución.

No pocos venezolanos, más que emigrar han tenido que exiliarse, muchos en España, al igual que antes lo hicieron los españoles en Venezuela.

España se ha movido en el marco de lo que establece la legalidad internacional y la institucionalidad. En el último Consejo de Exteriores de la Unión Europea se habló de Venezuela. Europa no puede dejar sola a España en el actual conflicto, que vuelve a mostrar la necesidad de una política exterior común.

A su calamitosa gestión política y económica, Maduro añade el deterioro de las relaciones externas. Seguir buscando desesperadamente un chivo expiatorio es absurdo amén de inútil.

El sucesor de Hugo Chávez sigue en su ciega carrera hacia el caos total. Venezuela no merece la ruina, sino una salida a través del diálogo. Algo solo posible con una oposición que pueda expresarse con libertad.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky