
Nadie desplegó banderolas en la City de Londres y no es que el sonido de las botellas de champán al descorcharse fuera exactamente ensordecedor cuando, el lunes por la mañana, el mercado bajista británico llegó calladamente a su fin, con la subida a rastras del índice de referencia FTSE-100 a 6.943. Superaba brevemente el máximo histórico que se remonta al 31 de diciembre de 1999. Después de quince años, el mercado bursátil británico volvía, por fin, al terreno positivo.
Pero no va a durar. La primavera se adivina entrecortada para los mercados británicos. Las elecciones de mayo amenazan con ser las más caóticas desde los años setenta y, cualquiera que sea el resultado, a los mercados no les va a gustar. Cuando el Reino Unido pierda su condición de refugio, tanto la libra como las acciones se adentrarán en unos meses aciagos.
El año pasado, la libra y el mercado británico llegaron a su punto óptimo. El crecimiento de la economía británica había sorprendido a todos y en el buen sentido. Pese a algunos pronósticos nefastos sobre la repercusión del paquete ligero de austeridad impuesto por el gobierno, la economía ha reputando con fuerza.
La Confederación de la Industria Británica prevé un crecimiento del 2,7 por ciento este año, después del 2,6% de 2014, lo que la convertiría en una de las economías de mejor rendimiento del G-7. Los salarios vuelven a subir por fin y el empleo se desmarca. Incluso los ingresos fiscales vuelven a recuperarse y ayudan a cerrar el amplio déficit presupuestario.
El problema
Entonces, ¿dónde está el problema? En las elecciones generales de mayo. Reino Unido es un país que, pese a diversas cuestiones, ha disfrutado siempre de una estabilidad política notable. Ya lo gobernara el centro izquierda o el centro derecha, siempre ha tenido un gobierno claro, capaz de tomar decisiones. De hecho, los inversores extranjeros que compraban activos británicos estaban en gran medida adquiriendo estabilidad política. En los últimos años, ha sido más cierto que nunca y Reino Unido ha emergido como un refugio de la crisis del euro.
Ahora, la estabilidad política tiene todas las bazas de no sobrevivir a las elecciones de mayo. En 2010, las urnas obligaron a un pacto parlamentario porque ningún partido obtuvo una mayoría clara, aunque David Cameron logró armar una coalición estable con los liberaldemócratas para convertirse en el primer ministro. Esta vez, el desenlace podría no estar tan claro.
Las últimas encuestas sugieren que ningún partido obtendrá la mayoría y los grupos insurgentes podrían acaparar muchos votos. Las encuestas van y vienen pero todas se sitúan en el mismo escenario. En Escocia, pese a haber perdido el referendo hace un año, los nacionalistas levantan cabeza y podrían acaparar casi todos los escaños regionales del otrora bastión laborista. El desenlace más probable es que ningún partido obtenga suficientes votos para formar gobierno solo y tendrá que formarse algún tipo de coalición. De ahí, ninguna de las posibilidades pinta bien, por lo menos para los inversores.
¿Laboristas y nacionalistas escoceses? Sería un gobierno anti-empresa, que prometería mucho gasto extra, con dos partidos que tienen muchos motivos para estar enemistados entre sí. Implicaría casi seguro otro referendo sobre la independencia escocesa, con el consiguiente periodo de incertidumbre. ¿Laboristas y verdes? También da miedo: los verdes cuentan con varias políticas descabelladas, como los aranceles a la importación de productos nocivos para el medioambiente, que obligarían al país a retirarse de todos sus acuerdos comerciales.
Al otro lado del espectro, un pacto entre conservadores y Ukip sería igual de preocupante. Un gobierno así se comprometería con un referendo inmediato sobre la retirada de la UE y tomaría medidas mucho más duras contra la inmigración, una de las grandes fuentes del crecimiento británico. ¿Tories y nacionalistas escoceses? De nuevo, implicaría otro referendo sobre la independencia. El único desenlace realmente estable sería una gran coalición entre los grandes partidos del centro derecha y el centro izquierda como la que ha ensamblado Angela Merkel en Alemania pero es sumamente difícil.
Algunos países se apañan a la perfección con la inestabilidad política. El gobierno de EEUU, por ejemplo, se cierra periódicamente y el resto del mundo casi no se da cuenta. La pega es que el Reino Unido depende mucho de la entrada de importantes flujos de capital todos los años.
Mercado emergente
Pese a ser la economía industrial más antigua del mundo, financieramente se parece cada vez más a un mercado emergente. Con disimulo, ha ido acumulando uno de los peores déficits presupuestarios del mundo, que alcanzó los 34.000 millones de libras el año pasado, en parte por la debilidad de las exportaciones de la eurozona, y se amplía continuamente. En el último trimestre del año pasado llegó al 5,1% del PIB, su mayor nivel desde 1989.
El país lo financia atrayendo mucho capital extranjero. Desde hace generaciones, el Reino Unido no es un hogar especialmente atractivo para el dinero de nadie pero siempre ha sido seguro.
Sin embargo, un país sin un Gobierno definido deja de parecer un buen refugio y, si el resto del mundo deja de financiar el déficit británico, la libra y todos los demás activos podrían estar al borde de todo un precipicio.