William Shakespeare publicó en 1.600 El Mercader de Venecia. En ella Shylock, un mercader judío, exige a Antonio como contrapartida y garantía del préstamo que éste le pide, la entrega de una libra de carne extraída de la parte más cercana al corazón si aquél no lo devuelve en el plazo estipulado.
Es Porcia, disfrazada de abogado defensor de Antonio, quien acepta tal pago, si bien con la condición de que la libra de carne debe ser extraída sin que se derrame una sola gota de sangre. Ante ello, Shylock renuncia. Las negociaciones que se desarrollan entre la UE (totalmente subordinada a Merkel) y Grecia constituyen una reedición del drama veneciano.
Se reconoce que Grecia ha sido obligada a hacer sacrificios económicos y sociales más que onerosos para pagar la deuda. Se reconoce también que los Derechos Humanos de 1948, la Carta Social Europea de Turín de 1961 y demás documentos sociales vinculantes para la UE han sido incumplidos con la ciudadanía griega y que, además, ésta se encuentra en el límite de la exclusión generalizada.
Sin embargo, se sigue demandando que Grecia debe seguir profundizando en las reformas que han conducido a esta situación de postración social.
Es obligación de las fuerzas políticas de Europa (y fundamentalmente las del sur) que se autodenominan pomposamente de izquierdas, de los sindicatos -por muy adocenadas que estén sus cúpulas- y de los movimientos de lucha europeos, hacer causa común y exigir que se pague la deuda legítima pero sin que ello signifique derramar más sangre en forma de reformas laborales, protección al desempleo, desahucios...
Grecia es hoy el banco de pruebas en el que se está ventilando la factibilidad de la democracia expresada en las urnas. Y aún más la soberanía nacional que se refleja en tantos textos constitucionales. El pago de una deuda no puede ir nunca contra los DDHH. En Grecia nos la jugamos la ciudadanía europea. Hagamos causa común.
