Si nuestro modelo productivo era y es inviable, ¿por qué estamos empeñados en recuperarnos?
En los últimos meses se ha vuelto a abrir el debate, no falto de intención, de la recuperación económica en España. Grandes constructores de datos macroeconómicos, nacionales e internacionales, se han lanzado a emitir diagnósticos que auguran el comienzo del fin, o el fin del fin, o el comienzo del comienzo. No queda claro, pero tampoco nos debe preocupar. En esta situación lo aconsejable es hablar de la esperada recuperación económica, o así nos lo están vendiendo. Lejos de entrar en la porfía de si los datos arrojados muestran crecimiento real o no, que para eso están los grandes gurús económicos, el quid de la cuestión debe estar en si la ansiada recuperación es tan ansiada o debemos resetearnos antes de volver niveles precrisis.
Mucho se ha escrito sobre las causas de esta debacle, aunque nos tememos que ni derrochando ríos de tinta quede claro si fue la caída del ladrillo quien descalabró al sistema financiero, o por el contrario, fue la falta de confianza en el sistema financiero quien derribó lo construido. En cualquier caso, lo que sí ha quedado claro es, que el modelo productivo era inviable. Modelo inviable en lo económico, demostrado por la imposibilidad de nuestra economía de crear empleo con tasas de crecimiento no superiores al 3 por ciento. Inviable máxime si seguimos obsesionados en la mono-industria que emana de la construcción y del turismo de sol y chiringuito. Modelo inviable en lo energético, empeñados en sembrar nuestros campos de molinillos de viento y cultivos de sol, dando la espalda a fructíferas prospecciones o a fuentes de energías nucleares, contrastadas económicamente, para después comprar a precio de oro, eso sí, a nuestros vecinos de norte y sur electricidad radioactiva y gas subterráneo. Modelo inviable en lo político, aunque esta última aseveración la daremos por válida cuando tengamos que enfrentarnos a la temida ingobernabilidad que va a provocar el surgimiento de opciones alternativas al sistema. Veremos si podemos, me refiero a enfrentarnos a la ingobernabilidad, claro. Inviable en lo social, si damos por válido los datos de Cáritas sobre pobreza infantil o la brecha entre ricos y pobres que de manera rauda ha resquebrajado nuestra orgullosa clase media. Inviable también en lo moral, black cards o guerras con cartagineses aparte? Y entonces, si asumimos que nuestro modelo productivo era y sigue siendo inviable en lo económico, en lo energético, en lo político, en lo social..., ¿por qué seguimos empeñados en recuperarnos? ¿Por qué si hace tiempo que se terminó la linde, seguimos andando?
No olvidemos que recuperarnos implicaría volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía, siempre que aceptemos la primera acepción de la RAE, pero la segunda definición tampoco nos debería convencer, "volver a poner en servicio lo que ya estaba inservible". Inservible para dar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos.
Y para muestra un botón: el sector inmobiliario. ¿Cuánto nos va a costar la recuperación del sector inmobiliario? Recuperación de un parque inmobiliario basado en la propiedad como único sistema de acceso a la vivienda, residencial o de ocio. Modelo al que parece que quieren volver nuestros gestores, eliminando drásticamente beneficios fiscales a arrendadores e inquilinos y legislando para buscar salidas cortoplacistas al stock. ¿Por qué siguen nuestros dirigentes volviendo la cara a la realidad del alquiler? ¿No ha sido suficiente el empobrecimiento de nuestra población con el crack inmobiliario?
En lo inmobiliario, al igual que lo que está sucediendo en lo político, son los jóvenes los que nos están dando sopas con hondas, son las nuevas generaciones las que renuncian al apalancamiento financiero a 40 años que implica la compra y acceden a las viviendas que quieren, pero está vez en régimen de alquiler. Renuncian a pertenecer a la casta de clase media propietaria, sin miedo a ser proletario, sin miedo a elegir opciones alternativas a lo políticamente correcto.
Recuperar el sector inmobiliario en España no puede pasar en ningún caso por volver al engaño del ahorro en ladrillo hipotecado. Recuperar nuestra economía no puede pasar por aceptar los caducos paradigmas clásicos. Aún estamos a tiempo de evitar embarcarnos en aventuras radicales que destruyan las estructuras que tanta confianza nos han ofrecido en los últimos 30 años. Pero esta vez sí, deberíamos oír lo que la calle clama.