Opinión

España es una monarquía sin monárquicos: Felipe VI necesitará un nuevo Pacto Social

  • Del crack del petróleo a la burbuja inmobiliaria: el reinado de Juan Carlos I
El rey en su discurso de abdicación. Foto: EFE

Con don Juan Carlos de Borbón se inició la Transición democrática y con su abdicación se termina, dando lugar a una nueva etapa de la mano de su hijo Felipe. Treinta y nueve años del reinado que han estado marcados por dos grandes crisis económicas.

La primera derivada del crack petrolífero de 1973 y que puso fin a una industria obsoleta, y la segunda, provocada por el crack financiero del 2008. Entre ambas recesiones, España ha conocido la mayor etapa de prosperidad en libertad de la historia de España. En ambas ocasiones la crisis ha actuado como catalizador del cambio, poniendo punto final a modelos de crecimiento económicos que a todas luces estaban agotados. España siempre ha prosperado a golpe de crisis y en esta ocasión no va a ser una excepción.

Don Felipe visualiza un cambio generacional similar al que en su día simbolizó su padre. Nuestro país está dirigido por una gerontocracia, especialmente bien situada en los centros de poder económico y financiero, que tendrá que dejar paso más pronto que tarde a los más jóvenes. La abdicación es todo un toque de atención para hombres tan valiosos, pero tan mayores, como Emilio Botín, Isidro Fainé, César Alierta, Isidoro Álvarez, Florentino Pérez o Antonio Brufau, entre otros muchos, que han pasado sobradamente la edad de jubilación que imponen en las empresas que dirigen.

Desgraciadamente esa tendencia a perpetuarse en el cargo no sólo es patrimonio de banqueros y empresarios, sino del conjunto de los estamentos de nuestra sociedad, incluidos los sindicatos, donde la mayor parte de sus dirigentes, como el secretario general de la UGT, Cándido Méndez, ya ha cumplido 62 años y lleva 20 al frente de la UGT.

En política, afortunadamente, ha sido el electorado quien se ha ocupado de precipitar el relevo y el rejuvenecimiento de las direcciones de los partidos, como recientemente ha ocurrido con el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Por tanto, este cambio en la Jefatura del Estado debería ser visto como un revulsivo para el resto de la sociedad. Con la abdicación de don Juan Carlos sin duda se pone fin a una época.

Ésta comenzó con su coronación el 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte del General Franco. La Transición de la dictadura a la democracia estuvo inducida por el crack petrolífero de 1973, que llegó a nuestro país con unos años de retraso, pero con una mayor virulencia. Puso fin a un modelo de crecimiento económico productivo basado en una industria obsoleta que se mantenía en pie artificialmente gracias a los bajos costes laborales y energéticos.

Con el dictador muriéndose, el régimen en plena descomposición y el precio de barril de crudo cuatro veces más caro que un año antes ya no era posible mantener la paz social en el seno de las empresas. Tampoco resultaba viable tratar de imponer la moderación salarial por decreto ley. Y, por supuesto, resultaba ilusorio entrar en el Mercado Común con una dictadura. Por todo ello, la apuesta del Rey por la democracia era un camino obligado para superar la crisis y no caer en depresión que se habría llevado por delante la joven monarquía.

Entonces, como ahora, España no solamente estaba en medio de una gran crisis económica sino también institucional. Por eso fue básico alcanzar un gran pacto social con las principales fuerzas políticas y sociales para construir nuevas reglas de juego. Ese Pacto Social fue el que firmó Adolfo Suárez en La Moncloa un año después de ser nombrado presidente del Gobierno y sirvió de andamiaje a lo que posteriormente fue la Constitución de 1978.

Ahora, la situación, sin ser tan arriesgada como la que existía hace 39 años, sigue presentando una enorme complejidad. La primera década de la democracia estuvo muy condicionada por el temor a un golpe de estado que pudiese desencadenar una guerra civil. Con la llegada de Felipe VI el temor reside en la pérdida de la estabilidad política que hemos mantenido hasta el momento y que ello se traduzca en una nueva recesión, perdida de la confianza de los mercados y de nuevo el temor al default.

Para los mercados, el riesgo de que salte por los aires el mapa político basado en un bipartidismo imperfecto, unido a la secesión de Cataluña, sería más que suficiente para retroceder todo lo que hemos avanzado durante estos dos últimos años de Gobierno de Rajoy. Felipe de Borbón es plenamente consciente de que España es una monarquía sin monárquicos y que el fuerte apoyo con que cuenta en la actualidad podría perderlo si cometiese los mismos errores que su padre. Por tanto, con una Gran Coalición, como la propuesta por Felipe González, o sin ella, será inevitable un nuevo Pacto Social en esta especie de segunda transición que se inicia de la mano de Felipe VI.

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