Opinión

Un resultado que frena más ajustes

Los politólogos han enunciado las cinco grandes incógnitas que las urnas debían resolver. Eran relevantes, en primer lugar, el dato de la abstención, ya que si se incrementara la de hace cinco años, saltarían las alarmas.

En segundo lugar, el porcentaje de voto conjunto PP-PSOE, ya que una cifra demasiado baja corroboraría la tesis de la crisis del bipartidismo.

En tercer lugar, el resultado que obtuviesen las minorías porque de tales datos podría comenzar a vislumbrarse el sistema de coaliciones del futuro. En cuarto lugar, contaría la diferencia de apoyos recibidos por el PP y por el PSOE, ya que una distancia demasiado grande entre ambos generaría una crisis en la formación perdedora. Por último, habría de ser tenida en cuenta la correlación de fuerzas de Cataluña.

Todo ello además del dato central, que es la composición final del Parlamento Europeo, que marcará el signo político de la Eurocámara y consolidará al candidato correspondiente como aspirante oficial a presidir la Comisión. El PPE ha ganado las elecciones con poco más de doscientos escaños, seguido de cerca por el Partido Socialista Europeo, por lo que en principio el luxemburgués Juncker debería ser el encargado de comenzar las negociaciones para acceder a la presidencia de la Comisión Europea.

Tras las elecciones, también se renovarán los altos cargos de la nueva arquitectura institucional surgida del Tratado de Lisboa: el presidente de Europa y el 'alto representante' ('ministro de Exteriores', ocupados todavía por burócratas grises (el belga Van Rompuy y la baronesa británica Catherine Ashtom).

La participación europea promedio ha sido baja (43,11 por ciento), inferior a la de 2009 (45), y muy inferior a la de las primeras elecciones de 1979 (62). En España, fue a votar ayer el 45,86 de los electores censados, algo superior al 44'9 de 2009, gracias al gran ascenso de la participación catalana. Es difícil negar que estas tasas indican franco y generalizado desinterés por parte de la opinión pública.

Sin embargo, la única opción de los políticos electos es dar la batalla contra la indiferencia y hacer a partir de ahora la pedagogía que no se ha hecho con anterioridad, y cuya carencia explica el auge de los populismos euroescépticos, no tanto en España como en otros países centrales de la Unión (Reino Unido, Francia, Holanda, etc).

Golpe al bipartidismo

Ahora, ya con los resultados en la mano, el dibujo de lo sucedido, basado en aquellas pautas, resulta fácil de bosquejar. Y de todos los elementos mencionados, dos son especialmente significativos: de una parte, la renqueante victoria del Partido Popular, a pesar del gran desgaste experimentado por la política de ajustes que ha practicado desde su victoria electoral y de la pésima campaña de su cabeza de lista, Arias Cañete, quien a punto estuvo de naufragar estrepitosamente y ahora tendrá muy difícil conseguir una cartera relevante en el reparto de las comisarías. Y de otra parte, la gran bajada conjunta de la suma de las dos formaciones hegemónicas, que sólo han conseguido el 59% de los votos frente al 82% logrado en 2009.

Junto a las dos formaciones -todavía- hegemónicas, mejoran su posición de partida Izquierda Unida y UPyD, con 6 y 5 escaños respectivamente, que cobran entidad aunque menos de lo esperado y a gran distancia todavía de un hipotético sorpasso con respecto a las grandes formaciones.

Y es muy sorprendente la irrupción de "Podemos", un grupo radical entroncado con el 15-M que logra casi el 8% de los sufragios y cinco escaños. Coalición por Europa (CiU y PNV) logra tres escaños y la coalición 'por el derecho a decir' (con ERC), dos, y llegan además al Parlamento Ciutadans (3,16 y 2 escaños), así como la coalición que incluye Bildu y la que forman Equo y Compromis, ambas con un escaño. En Cataluña, CiU pierde ante ERC (21 frente a 23,7 y 45.000 votos menos), lo que augura una dramática radicalización del proceso soberanista.

Todo ello tendrá repercusiones en la política nacional. El PP, aunque pueda decir que el resultado ha refrendado sus políticas aplicadas a la crisis, queda con un apoyo popular muy mermado, capaz de comprometer las expectativas electorales de los equipos autonómicos y municipales del partido en las elecciones de mayo de 2015, lo que hará que Moncloa y Génova reciban presiones en pro de políticas expansivas y del fin de los ajustes.

El PSOE, por su parte, continúa en horas muy bajas, lo que facilitará el camino a los aspirantes a encabezar la formación política, que disputarán con más afán y mejores argumentos el liderazgo a Rubalcaba, incapaz de mantener siquiera el suelo de las últimas elecciones generales.

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