¿Cómo ilusionar a un electorado que sólo recibe malas noticias por parte de Europa?
El exministro de Asuntos Exteriores y Diplomático de dilatada experiencia, Miguel Ángel Moratinos, planteaba ante las próximas elecciones europeas la posibilidad de que el triunfo de la opción conservadora y los poderes que la sustentan supusiera un nuevo rapto de Europa, rememorando su mitológica historia cuando la bella y joven Europa, hija de Fénix, rey de Fenicia, fue raptada por Zeus metamorfoseado en toro. Ahora, habría que decir que el Zeus raptor está metamorfoseado en un toro de tres cabezas: la troika (CE, BCE y FMI), que nadie ha elegido democráticamente, y que responde a su vez a los grupos financieros y económicos que controlan los mercados que dictan las normas que los Estados miembros sumisamente deben cumplir. A ello, se une la ausencia en la Unión Europea no sólo de un poder político propio y uniforme, sino también de una política exterior común, dinámica e integradora. Ante este panorama, la pregunta es obvia, ¿cómo ilusionar al electorado que sólo recibe malas noticias de Europa, llámense recortes, austeridad, restricciones presupuestarias, etc?? Y, ¿cómo convencerlo de que es posible volver a hacer realidad aquella otra Europa que nos trajo libertad, democracia, derechos, ayudas para tantos sectores bien sean agrarios como la PAC o universitarios como las becas Erasmus y, por supuesto, la moneda única, esto es, aquella prosperidad y aquel bienestar?.
Moratinos decía también, con razón, que lo que se ha perdido es el principio básico o columna vertebral de la Europa unida, como fue la solidaridad y tras de ésta la convergencia y la lucha contra la desigualdad. Ahora, al estar todo ello gravemente en crisis, ha propiciado el incremento de la desigualdad y el distanciamiento entre el norte y el sur o lo que es lo mismo, entre los países prósperos y los empobrecidos. Por ello, se necesita voluntad política que surja de un profundo cambio en el Parlamento Europeo, con una nueva mayoría progresista y realmente europeísta, y que va a elegir al presidente de la Comisión Europea, esto es, del Gobierno de Europa, cuyas decisiones van a condicionar las de los Estados miembros, que se verían imposibilitados para realizar sus políticas por muy progresistas que fueran. Es evidente lo que nos jugamos en las elecciones europeas. Veamos si no qué pasa con las restricciones de créditos bancarios impuestas por el BCE, que imposibilitan el crecimiento de nuestras empresas, como muchas políticas sociales y asistenciales, condicionadas por los fondos europeos. Incluso algo tan generalizado como el coste de las hipotecas viene impuesto por el famoso euribor. En otros ámbitos, como en el de seguridad, sólo con una auténtica política de cooperación y de ayuda a los países subdesarrollados como los subsaharianos, de los que provienen las oleadas de los sin papeles, puede afrontarse con rigor. Al igual que la política de defensa exige también un total replanteamiento comunitario una vez desaparecida la Guerra Fría.
Y no digamos en el ámbito de la justicia, de la que tenemos buen ejemplo con la restricción de las competencias en la llamada justicia universal, recientemente aprobada en nuestro país. Ante ello, las lamentaciones por muy justificadas que estén, chocan frontalmente con una realidad insalvable, como es la de evitar gravísimos problemas diplomáticos que un solo país no puede afrontar. La solución no es que España se erija en la salvaguarda de los derechos humanos ante los delitos de genocidio o los crímenes contra la humanidad, o en la necesaria lucha contra el narcotráfico dirigido a cualquier país europeo, sino en que sea la propia Europa la que de forma generalizada asuma esta responsabilidad a través de sus tribunales de justicia. En nuestro caso a través de una Audiencia Nacional coordinada con los tribunales de los demás Estados miembros, como ya sucede con los procedimientos de extradición o el muy vinculado a Europa como es la orden de detención y entrega europea, ejemplo de cooperación entre la justicia comunitaria.
Los padres fundadores de la actual Europa, tomaron esencialmente decisiones políticas, como fue la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), y todo ello basado en el principio de solidaridad que desgraciadamente ha desaparecido. Ahora, sólo se toman decisiones financieras, como la inversión de 520.000 millones de euros en rescates, lo que ha supuesto una reducción de 120.000 millones en el fondo tecnológico y social, que es economía real, la única que puede evitar este nuevo rapto.