
Los datos de Contabilidad Nacional del cuarto trimestre de 2013 confirmaron el aumento del consumo privado sugerido por los indicadores parciales de demanda, especialmente de bienes duraderos. El gasto de los hogares se incrementó el 0,5% entre septiembre y diciembre por el progreso de su renta disponible, el avance de la riqueza financiera neta, la mejora de la confianza y la vigencia del Programa de Incentivos al Vehículo Eficiente (Pive).
Las perspectivas a corto plazo indican que el consumo privado crecerá este año por primera vez desde 2010 debido a la mejora de sus fundamentos. El cambio de ciclo en el mercado de trabajo provocará que las secuelas de la destrucción de empleo sobre el componente salarial de la renta desaparezcan. Además, el aumento esperado de la riqueza financiera neta, el mantenimiento de la tasa de ahorro de los hogares en niveles históricamente reducidos, la expectativa de que los tipos de interés oficiales permanezcan inalterados y la ausencia de presiones inflacionistas de demanda contribuirán al crecimiento del gasto privado.
La demografía
En el largo plazo, la evolución del consumo de los hogares españoles no solo dependerá de los factores mencionados anteriormente, sino sobre todo de aspectos estructurales tales como la demografía.
Al respecto, los datos indican que la población española ha envejecido durante las últimas cuatro décadas y lo continuará haciendo durante las próximas. La tasa de dependencia -entendida como el número de mayores de 64 años por cada persona en edad de trabajar- se ha multiplicado por 1,6 desde 1973 hasta alcanzar el 26,7% en 2013, y las últimas proyecciones demográficas elaboradas por el INE indican que continuará aumentando hasta el 72,4% en 2050.
¿Qué consecuencias tendrá el envejecimiento ininterrumpido de la población sobre el consumo en España? Para caracterizar el perfil del gasto por edades sería deseable contar con datos de cada hogar durante su ciclo vital. Desafortunadamente, en España no existe una base de datos que permita seguir los hábitos de consumo de un mismo hogar a lo largo del tiempo. La utilización de encuestas que recopilan información de distintos hogares en un mismo periodo no es una alternativa adecuada porque incorpora un efecto composición que puede inducir errores en la interpretación de las repercusiones del envejecimiento sobre el gasto.
Por ejemplo, un individuo de 30 años de edad no tendrá dentro de 20 años el mismo nivel de consumo real que otro de 50 años hoy, ya que ambos pertenecen a cohortes de población distintas, con preferencias, dotaciones de capital humano, gama de productos y niveles de renta y riqueza diferentes.
Una alternativa consiste en elaborar cohortes de hogares que enlazan la información proporcionada por encuestas sucesivas. De este modo, se pueden diferenciar las consecuencias del envejecimiento sobre el consumo de las implicaciones de las restantes variables que definen las preferencias del hogar por consumir hoy o hacerlo en el futuro y de las diferencias de renta entre cohortes.
Los resultados del análisis indican que la preferencia por consumir de los hogares españoles crece con la edad. Cuando se desvinculan las repercusiones del envejecimiento sobre el gasto por hogar de los efectos de las restantes variables que condicionan su decisión de consumir o ahorrar, de su renta permanente y del ciclo económico, se observa que el consumo aumenta con la edad, si bien la velocidad de crecimiento se modera a medida que el hogar envejece.
Al respecto, el gasto real por hogar se incrementa en torno al 4,1% por año hasta que el sustentador principal cumple los 35 años. Entre los 36 y los 45, la tasa de crecimiento promedio se reduce hasta el 2,1% anual. A partir de los 46 años baja al 0,5%. Este resultado, unido al hecho de que cada generación tiende a registrar un nivel de gasto estructuralmente más elevado que las precedentes, atenuarían las secuelas que el declive demográfico tendrá en el consumo agregado durante las próximas décadas.
Cuando se diferencia por tipo de producto, se observa que las consecuencias del envejecimiento sobre el consumo de bienes duraderos son menos halagüeñas. A diferencia de los restantes bienes, el efecto de la edad sobre el gasto en duraderos por hogar se vuelve negativo a partir de los 40 años.
Sin embargo, las estimaciones muestran que las secuelas del envejecimiento sobre el consumo de bienes duraderos se podrían compensar con una mejora generalizada del nivel educativo de la población y, sobre todo, con la disminución de la incertidumbre asociada al mercado de trabajo. En concreto, un incremento de 10 puntos en el porcentaje de sustentadores principales del hogar con estudios universitarios elevaría el gasto real por hogar en bienes duraderos un 12,3%.
Por su parte, una reducción de 10 puntos de la tasa de desempleo agregada alzaría un 23,8% el gasto por hogar en duraderos frente a un aumento del 8,1% del consumo de no duraderos. En conclusión, consumimos más que nuestros padres a cada edad, pero menos de lo que lo harán nuestros hijos. Nuestros mayores gastan menos que nosotros no porque sean mayores, sino porque pertenecen a una generación menos consumista.
Juan Ramón García, economista senior para España de BBVA Research.