En condiciones "naturales", la proporción de niños en el momento de nacer es del 51,2 por ciento y la de niñas del 48,8 por ciento. Lo razonable es pensar que el control de la natalidad no hace cambiar esas proporciones. Sin embargo, han variado levemente a favor de las niñas.
¿Por qué? Tomado el asunto por un par de profesores de biología animal, la concluyeron que ese cambio se debía al deterioro que sufre el semen masculino. Un periódico (El País) sintió una atracción fatal por una conclusión tan llamativa y publicó un reportaje que inquietó a todos los varones hispanos, siempre preocupados por lo que les ocurre entre su ombligo y sus rodillas.
El demógrafo Fernández Cordón y yo, que algo sabíamos del caso, decidimos desmontar aquella tesis y, previa consulta con el redactor, enviamos un artículo, pero nunca lo publicaron. Ya se sabe: "No dejes que la realidad te estropee un buen reportaje". La explicación no tiene que ver con el semen sino con el control de la natalidad a través de las rachas. Veamos.
Todos conocemos parejas que tienen sólo (o muy mayoritariamente) niñas y otras que tienen sólo (o muy mayoritariamente) niños. Estamos, pues, ante el fenómeno de las rachas. Imaginemos una pareja que desea tener un niño para luego parar, pero se ve sometida a una racha de niñas? pues se llena de niñas antes de alcanzar el objetivo de tener un niño. Y lo mismo le ocurrirá a la pareja que busca una niña y se encuentra con una racha de niños.
En otras palabras: las rachas hacen que, si se busca niño, la proporción se descompense a favor de las niñas y viceversa. Como las parejas afectadas por rachas son una proporción nada despreciable de la población, esa descompensación acaba por afectar a las estadísticas del conjunto. Que la descompensación lo sea a favor de las niñas significa que entre las parejas sometidas a rachas abundan más las que buscan un niño. Existe un modelo matemático que explica con rigor todo lo aquí expuesto, pero se lo ahorro.