España es hoy un país para comérselo... y para creérselo. Y es que los datos del turismo huelen a récord por los cuatro costados. España ha recibido casi 57,6 millones de turistas extranjeros en los 11 primeros meses del año, lo que supone un aumento del 5 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior, según la encuesta de Frontur.
Sea por los problemas de otros destinos rivales del Mediterráneo, sea por su atractivo que no caduca (pese a los enemigos del sol y playa), lo cierto es que el sector disfruta de un auténtico aluvión de llegadas de viajeros foráneos que harán de este año, casi con total seguridad, el primero en la historia en que se superen los 60 millones de turistas.
A estos datos se suman también un ligero repunte del turismo nacional, lo que denota una mejora de la economía real de los españoles, y el incremento de las pernoctaciones hoteleras.
Estos resultados colocan al turismo en un sector estratégico en el escenario económico español, de los pocos que se ha mostrado fuerte ante la reciente crisis. Pero no es casualidad.
El sitio que ocupa el turismo es consecuencia de una larga trayectoria, de un modelo de negocio que ha sido capaz de convertir el ocio en industria y, sobre todo, de la apuesta de sus empresarios, que han aguantado la tormenta con una política de ajustes y nuevas líneas de negocio.
Pero ni el Gobierno ni el sector pueden conformarse con esto. Toca reflexionar y apoyar esta rara avis, que demuestra que España es algo más que una moda pasajera.