Opinión

Los mismos perros con distinto collar: llega el nuevo supervisor bancario europeo

No me entusiasma el supervisor único porque el problema realmente es la regulación y la metodología que rige el negocio. La arquitectura de la solvencia bancaria se basa en mentiras matemáticas que dan satisfacción a la maximización de la rentabilidad, pero que no contribuyen a la seguridad con la que se debe manejar el dinero de los demás. El Ecofin lanza la supervisión única sin cerrar el mecanismo de rescate.

Basilea II convirtió a la banca en un juego de azar basado en la explotación estadística de los historiales de los clientes. Así, un cliente de bajo riesgo estadístico apenas consume capital mientras que otro de alto riesgo precisa más.

Cuando todo iba bien, el capital regulatorio exigido era poco, porque casi todos eran de bajo riesgo y los balances bancarios crecían. Ahora que los historiales son malos, el capital no sólo se exige en mayor porcentaje sino que su consumo por operación es mayor. La regulación ha convertido a la banca en un monstruo procíclico dispuesto a comerse al sistema económico, pues no sólo dio mal el crédito basándose en esas premisas sino que ahora no lo da precisamente por ellas.

¿Problema de supervisión o de premisas? Basilea III sólo ha puesto un parche. Elegir el capital seleccionando a los acreditados mirando al pasado es como escupir contra el viento, pero lo malo es que el banquero escupe y la sociedad se mancha. Un supervisor único no va a solucionar una regulación deficiente e incluso puede ser capturado por la industria provocando un desastre. Por otra parte, mientras no se aborde la cuestión básica que es la imposibilidad de predecir el comportamiento de una cartera crediticia, la asignación del crédito será discriminatoria con los segmentos débiles, que son los que más ahorro facilitan.

El pequeño cliente soporta más coste y menor disponibilidad frente al grande y se le sobrecarga con la constitución de casi todas las provisiones y el consumo de la mayor parte del capital, aunque todos vemos la cantidad de grandes créditos que devienen fallidos, luego se produce una traslación de beneficios obtenidos con las altas primas de los pequeños que pagan sus desastres y los de los grandes, justo lo que se quería evitar en sentido inverso. Mientras tengamos los mismos perros, da igual el collar, pues seguirán ladrando y eso es muy molesto.

Juan Fernando Robles, profesor de Finanzas y Banca.

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