A mí, que soy un futbolero impenitente, hay una cosa que no me cuadra. ¿A qué se dedica la Administración Tributaria en particular, y la Administración en general, que no coge de una vez por todas el toro del fútbol por los cuernos? ¿Cómo se entiende que en plena recesión, con millones de parados, con recortes y ajustes en áreas claves de una sociedad, se permita que el fútbol acumule deudas millonarias con Hacienda y la Seguridad Social?
No es de recibo por mucho que haya quien piense que el fútbol es un asunto de interés general, como quedó acuñado en la época de Álvarez Cascos en el Gobierno de Aznar. Y tampoco parece de recibo el argumento de que en épocas de crisis lo que conviene es darle al pueblo pan y circo, es decir, entretenerle con este moderno espectáculo de gladiadores.
Creo que los ciudadanos deberíamos ser más exigentes con quien nos gobierna. Y entender que deberíamos tener más claro el orden de prioridades. Y que ese orden de prioridades debe establecer que, precisamente, educación y sanidad, debería ser lo último que se tocara. A costa, incluso, de pinchar, o mejor, reventar, la burbuja del fútbol...
No es por el dinero, claro, porque no se va a salvar la economía del país con ese dinero. Pero sí sería un mensaje claro a la ciudadanía, que seguro que reaccionaría con madurez, decir que hay líneas rojas que se defenderán hasta el último momento. Naturalmente, no espero que los políticos hagan algo así. Algo en lo que primer el interés general.
El ejemplo más claro lo tenemos ahora mismo. Tal y como está el patio, en un momento en el que más vale andar agachado no sea que en una de estas te lleves un tijeretazo del que no te repongas, los políticos son precisamente, la única casta social que apenas se ha tocado el sueldo. Más que eso. No han sufrido despidos. Si alguno ha tenido que dejar el cargo, se le ha buscado acomodo en cualquier sitio... Incluso en una diputación...
Juan Carlos Lozano, adjunto al directo de 'elEconomista'.
