
Las personas hoy viven mucho más. La expectativa de vida que un jubilado tenía al cesar en el trabajo en 1970 era de algo más de diez años. En la actualidad, es mayor de 20. Y en 2050, un jubilado aspirará a vivir, al menos, 25 años cobrando una pensión. Puesto que el periodo de cotización no puede ser extendido mucho más, ese alargamiento del periodo de percepción de la pensión genera un incremento del coste del sistema cuya financiación es necesario resolver.
Porque, teóricamente, la cuantía de las pensiones está relacionada con la cuantía de las cotizaciones, esto es, con el esfuerzo contributivo del pensionista mientras se encontraba en activo. El problema es que con el mismo esfuerzo contributivo, cada vez el sistema de pensiones tiene que pagar las pensiones durante más años a cada pensionista.
Hay que decir que la esperanza de vida de los españoles es la segunda mayor del mundo, después de Japón. Y las estimaciones de la ONU señalan que en 2050 España será el país más viejo del planeta. Así que hoy es posible asistir a la alegre novedad de poder ser pensionista de jubilación durante muchos más años que los que se ha cotizado. Y esto que parece una buena idea relacionada con la sociedad del ocio, que da una imagen de progreso y de liberación del hombre de las penosas cargas de trabajo no es, sin embargo, la realidad.
El sistema no se sostiene
Porque ocurre que la estrategia de vivir más, trabajar menos y ser pensionista durante más de 25 años es falsa, como se revela en el análisis de las tendencias demográficas y en la amenaza, cada vez más grave, al sostenimiento de los sistemas de pensiones. Si, además, los jóvenes entran más tarde que antes en el mercado de trabajo y los mayores lo abandonan prematuramente mediante jubilaciones anticipadas, estimuladas por las empresas, los sindicatos y la legislación, el sistema, claramente, no se sostiene.
Es precisamente el factor de sostenibilidad del que se viene hablando últimamente el que se convierte en la clave del mantenimiento del sistema de pensiones al relacionar la cuantía total de la pensión (en todo el periodo de percepción estimado) con la esperanza de vida del beneficiario que accede por primera vez a su pensión. Según aumente la esperanza de vida, las pensiones corregirán su sistema de cálculo inicial, aplicando un coeficiente corrector que permita al sistema mantener los pagos cada vez durante más tiempo.
Ha de quedar claro que esto no afecta a los pensionistas actuales ni afectará en el futuro a quienes ya se encuentren cobrando una pensión, sino a los que accedan a la condición de pensionista en la fecha de aplicación de este mecanismo, una decisión que se adoptará en el seno del Pacto de Toledo. Vivir más, trabajar menos y cobrar durante más tiempo una pensión... ¿alguien pensó alguna vez que esa ecuación estaba bien formulada?
Juan Carlos Arce, profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la U. Autónoma.