Hace no mucho, a la mayoría de los representantes y cargos públicos de este país les gustaba lucirse en las tribunas, aparecer en televisión, hablar para la radio o soltar sus ocurrencias en foros y tertulias. Hoy, todo eso ha cambiado y han de asumir las consecuencias de haber legislado durante mucho tiempo en contra de los intereses de la mayoría. Pero, no nos engañemos, los diputados quieren seguir siéndolo, pero de incógnito. Su popularidad está por los suelos y cada vez son más los que, preguntados por su profesión, omiten decir que son diputados. Quizá, si hubieran tomado las medidas oportunas o cambiado la ley de partidos políticos, no se encontrarían en esta situación.