No han pasado sino unas horas tras la muerte de Hugo Chávez y ya hay quien recomienda invertir en el país. En concreto, algunas firmas de inversión creen ver una oportunidad en la deuda pública venezolana. Sorprende este entusiasmo repentino en un país lastrado por 14 años de populismo financiado por el petróleo y que con frecuencia ha modelado las leyes y aun la Constitución según su conveniencia. Sobre todo porque la desaparición del hasta ahora presidente no augura cambios positivos, sino todavía más incertidumbre económica y política. Se comprende que las renovadas dudas sobre Europa -espoleadas por las trágicas elecciones en Italia- animen a explorar otras opciones, pero apostar por Venezuela es agarrarse a un clavo ardiendo.