A muchos periodistas, empresarios y políticos que viven en Cataluña se les hacen los dedos huéspedes ante las sospechas de una trama de espionaje. Tanto es así que un número creciente de ellos recelan cada vez más de usar el teléfono para tratar asuntos importantes ante el temor de ser escuchados. La solución, en el mejor estilo del cine hollywoodiense, pasa por citarse en lugares públicos para descartar cualquier intromisión no deseada. Esta nueva preocupación podría parecer disparatada, pero hay numerosos casos que lo atestiguan. Entre la corrupción, la agitación soberanista y, ahora, los rumores de espionaje, el clima político, y económico, en Cataluña está decididamente revuelto.