
En los tiempos de mayor enajenación mitómana en Franco, un ministro confesaba sentirse tranquilo y seguro cuando en la noche veía la luz del despacho de Franco encendida: el caudillo trabajaba para España. La lucecita del Pardo se convirtió en el arquetipo para ensoñaciones sedantes de toda índole.
Machaconamente, editoriales y discursos políticos tanto del Gobierno como de la oposición mayoritaria y de acompañantes nacionalistas señalan como acontecimiento cuasi sacral la epifanía del crecimiento económico. La tesis es vieja y se sustenta en el clásico ciclo de auge, estancamiento, recesión, depresión, recuperación, crecimiento y vuelta a empezar. Por esa razón se sigue confiando en que las cosas volverán a su cauce.
Estos analistas económicos puros atisban en las cifras, pero se olvidan de los seres humanos. Pero es que, además, una recuperación -es decir, un crecimiento en los índices macroeconómicos- sólo señala el incremento de una cifra, en absoluto su reparto o su incidencia positiva en la población; ejemplos en las dos últimas décadas hay de sobra.
El éxito publicitario de esta esperanza consiste en que prácticamente todo el mundo sigue confiando en la ficción. Por eso, y siguiendo la marcha del ciclo económico que tratara Schumpeter, se olvida que en el curso de la depresión a la recuperación se destruye, siempre, aparato productivo y empleos; era la "destrucción creadora" que diría el economista austriaco.
Pero tampoco la lucecita de la recuperación aparece por ningún lado. No se han cumplido las previsiones de déficit a pesar del asalto a los ingresos de la ciudadanía; la CE augura que la recuperación se pospone a 2014, y se aventura la posibilidad de un paro en torno al 27 por ciento. Cierran empresas, el paro sigue subiendo y la recuperación no aparece. ¿Ha pensado alguien que el modelo clásico hace agua? ¿Hay alguien en las covachuelas de los ministerios económicos que se haya dado cuenta de que es el modelo el que debe ser cambiado?
Julio Anguita, ex coordinador general de IU.