
Los paros no impedirán el ajuste de Iberia, pero pueden parar uno de los pocos motores que ahora tiran de la economía.
Una huelga de quince días de los trabajadores de Iberia es un torpedo en la línea de flotación, no sólo de la compañía -se prevén pérdidas de 150 millones- sino del sector turístico.
El momento no puede ser más inapropiado, pues se carga las expectativas de las empresas para sacar en Semana Santa el máximo provecho del incremento de turistas extranjeros -un 78 por ciento entran en España por vía aérea- y paliar la caída del turismo nacional.
El número de pernoctaciones en establecimientos hoteleros de clientes españoles cayó en 2012 un 7,3 por ciento, 11 millones menos que en 2011. Al tratarse de una huelga que implica a todos los trabajadores de Iberia, afectará de forma directa a Air Nostrum y Vueling, que dependen de ella, pero también a todas las compañías que utilizan sus servicios de handling.
Las consecuencias van a ser nefastas para Iberia, que se juega su futuro e intenta revertir unas pérdidas que suman 900 millones desde hace cinco años -sólo en los primeros nueve meses de 2012 ascendían a un millón diario-.
El sector turístico español atraviesa un momento crítico, con problemas en sus dos principales empresas. Por un lado Iberia y por otro, Orizonia, que está al borde de la quiebra por la falta de liquidez y la demora de Competencia en pronunciarse sobre su necesaria y urgente fusión con Globalia. Ambas son la espina dorsal de un sector que representa el 10,8 por ciento del PIB; contribuye con un 12,2 por ciento al empleo, y cuyo superávit en 2012 enjugó el 192 por ciento del déficit por cuenta corriente.
Los sindicatos deben reflexionar sobre el efecto de una huelga salvaje y Competencia debe romper con su burocracia porque ponen en peligro la viabilidad de estas empresas y amenazan al crecimiento del sector.