Son semanas entretenidas para los defensores de independencias. Desde el 11-S, la Generalitat de Cataluña ha elevado el tono reivindicativo al punto de suscitar el temor de los empresarios y el comentario -poco halagador- en algunas instancias europeas. En una muestra más de audacia, Barcelona invitó expresamente a Gibraltar a un concurso internacional de coro -el certamen Canta al mar-. El gesto tiene poca trascendencia, a no dudar; pero revela una actitud como mínimo displicente para con el Estado español como tal. Poco importan las desavenencias recientes entre el Peñón y España con motivo de los derechos de pesca, por ejemplo. En su irresponsabilidad, Cataluña corre el riesgo de caer en la caricatura.