La pasada reunión entre el presidente del Gobierno y la canciller alemana en Moncloa no sólo tenía por objetivo tratar de dar soluciones a la difícil situación financiera que atraviesa España. Según comentan, el Ejecutivo también jugó sus cartas por otro lado al no esquivar las protestas sociales que se registraron por la visita de Merkel.
El objetivo de esta medida parece claro: lanzar un mensaje a Bruselas de que las reformas emprendidas por el Gobierno son profundas y van en serio. La mejor prueba de ello es, precisamente, la contestación social en la calle por aplicar las duras recetas dictadas por la Comisión Europea. Es una imagen significativa que los altos cargos europeos no deberían ignorar.