Opinión

Rajoy pierde el pulso frente a Merkel

Merkel niega tanto la compra de deuda como el apoyo directo a la banca pedido por Rajoy.

Vivimos tiempos convulsos. Los comicios griegos de la pasada semana no produjeron el impulso que se esperaba en los mercados. Si acaso, evitaron precipitarnos al abismo. El problema del euro sigue centrándose en España. La prima de riesgo se movió durante la semana entre los 500 y los 600 puntos, lo que obligó a pagar las letras del Tesoro por encima del 5 por ciento y los bonos a cinco años al 6 por ciento. Unos intereses inabordables para las arcas públicas españolas.

La publicación de las necesidades del sector financiero, un máximo de 62.000 millones, calmó los ánimos y permitió una notable caída de la prima el viernes. El mensaje enviado por el subgobernador, Fernando Restoy, y también por el director general de la patronal de la banca (AEB), Pedro Pablo Villasante, es que el problema se localiza en las antiguas cajas de ahorros. La banca mediana -Popular, Sabadell y Bankinter- se enojó por la referencia de Restoy a que sólo los tres grandes no precisarán de ayudas. Sostienen que ellos tampoco tendrán que recurrir al dinero europeo. Y llevan razón, los tres tienen en marcha planes de recapitalización para afrontar sin problemas los requerimientos de capital.

Los detonantes de la crisis de desconfianza en España son Bankia y el Banco de España. Los 19.000 millones solicitados por la entidad desataron la caja de los truenos. Bankia tiene alrededor del 15 por ciento de los activos inmobiliarios problemáticos, lo que llevó a los analistas a multiplicar por cinco su agujero, hasta los 100.000 millones estimados por la UE. Ni el Gobierno ni el banco lograron trasladar a los mercados que Bankia es un caso aparte, muy diferente al resto. La política irracional de fusiones promovida por el anterior gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, minó la credibilidad de la institución y obligó a contratar a dos consultoras para certificar el trabajo que debería haber hecho el Banco de España.

El informe de las auditoras debería poner las cosas en su sitio. Pero aún es pronto para cantar victoria. El ministro de Economía, Luis de Guindos, se resiste a solicitar las ayudas para el sector hasta conocer las condiciones. Es el momento de negociar, porque se están redactando los estatutos del nuevo Mecanismo de Estabilidad Europeo (ESM, por sus siglas inglesas), encargado de desembolsar el dinero. Guindos presiona para que la devolución de las ayudas a España no tenga prevalencia sobre la deuda soberana, porque ello perjudica la prima de riesgo, como hemos visto estos días. También pretendía que el montante se diera directamente a las antiguas cajas de ahorros. Pero la canciller Angela Merkel echó ayer un jarro de agua fría a su reivindicación, a pesar de que contaba con una poderosa aliada, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde.

La batalla no sólo se libra en el plano bancario. El otro campo de minas es el de la deuda soberana. Alemania, Francia, España e Italia se reunieron ayer para preparar la cumbre de los próximos 28 y 29 de junio. Los tres países mediterráneos pretendían convencer a Merkel para usar el nuevo fondo de rescate en la adquisición de deuda soberana. Ésa es la madre de todas las batallas. España sólo tiene unos meses de margen. Los bancos, los principales adquirentes de los títulos españoles, tendrán que reducir drásticamente sus compras en los próximos meses.

La canciller volvió a defraudar las expectativas de sus colegas europeos, pese a que esta semana había admitido esta posibilidad, si bien no de forma inmediata. La reunión sólo sirvió para anunciar un paquete de inversiones por 130.000 millones, ya conocido por todos desde hace meses. Un fiasco que deja a España a la intemperie y con la incertidumbre de qué pasará con la colocación de su deuda pública.

Alemania sólo está interesada en dar pasos de gigante hacia la unión bancaria y fiscal para enviar a los mercados la señal de que la moneda única es irreversible. En el plano bancario, quiere que el poder de supervisión lo acapare el BCE para evitar crisis como la española.

La estrategia de Rajoy consiste en dilatar la puesta en marcha de las reformas reclamadas desde Bruselas o desde el FMI hasta lograr el respaldo a la deuda. Estos ajustes son la subida del IVA, la renuncia a la deducción por vivienda o la bajada del sueldo de los funcionarios, entre otras. Ello explica la negativa de algunos dirigentes políticos de su Gobierno a aplicar estas medidas. El reto español se saldó con un fracaso. Rajoy perdió el pulso frente a Merkel. Las nuevas reformas las tendrá que poner en marcha de cualquier manera, y la posibilidad de ampliar el rescate a todo el país va a depender de la evolución de la deuda en las próximas semanas.

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