Opinión

Draghi contra el euro

El presidente del BCE no puede pronunciarse públicamente contra un país euro. La ruptura de la moneda única sería dramática pra todos los Estados de la Unión Europea.

El euro está tocado. No sé si herido de muerte o necesitado de un fuerte tratamiento de quimioterapia. Pero su vuelta a una vida normal parece hoy imposible. Y el problema no es España o Italia de la que ahora no habla casi nadie. El problema es sistémico: tal como está diseñada, la moneda única europea no tiene viabilidad. Una moneda sin un sistema fiscal que la soporte es inviable en un mundo financiero globalizado como el actual.

Pero además hay otros problemas también sistémicos. El primero viene del hecho de que esta situación, tan gravosa para unos, se convierte en muy beneficiosa para otros. Pues el euro se muestra como un instrumento muy eficaz para que los países europeos supuestamente ricos se enriquezcan aún más a costa de los supuestamente pobres. Algo que no sólo es profundamente injusto, sino que no se puede sostener económicamente. Y es preciso denunciar esto con claridad: los países europeos actualmente sin problemas, es decir, Alemania (aunque no sólo), consiguen financiación a intereses irrisorios gracias a los costes que han de pagar por la deuda los países más perjudicados por la crisis, como son España e Italia, especialmente. Ya que los países del norte de la eurozona se convierten así en el refugio de los inversores que escapan del sur.

Sin olvidar otros capítulos fundamentales como son, por un lado, el hecho de que los países del sur somos grandes compradores de productos alemanes; y por otro, que el precio que hemos de pagar por la energía, debido a tener que endeudarnos a costes más elevados, acaba siendo mucho más caro en España que en Alemania, por poner un ejemplo. Lo que incide aún más negativamente en la competitividad de nuestra economía.

Otro efecto, no menos relevante de la dramática situación del euro tiene su origen en la profunda insolidaridad de esta injusta Europa de los mercaderes en la que nos movemos; en la cual siempre se encuentra algún naufrago que, ahogándose en medio del mar, pretende salvarse subiéndose a hombros de otro naufrago creyendo que por hundir más al compañero se salvará él. Y este es el caso de Mario Draghi, presidente del BCE. Un conocido economista italiano, director en el Banco Mundial en pasadas épocas, que fue presidente, de 1991 a 2001, del Comité de Privatizaciones italiano en una época de grandes escándalos de corrupción en su país. Un tiempo en el que, según se dice, Draghi trató de paliar los desmanes mediante la llamada Ley Draghi, que estableció en Italia la normativa en materia de ofertas públicas de adquisición de acciones (OPA). Artífice, además, de la entrada de Italia en el euro y también de la liquidación del Istituto per la Recostruzione Industriale (IRI), cuyo patrimonio inmobiliario fue a parar en su totalidad al importante banco de inversión Goldman Sachs, donde Draghi recaló posteriormente como vicepresidente ejecutivo entre 2002 y 2006. Una época en la que, bajo su dirección, Goldman Sachs asesoró al primer ministro griego Kostas Karamanlis para la entrada de Grecia en el euro. Entrada que fue posible gracias a la manipulación del déficit realizada por el Gobierno griego, como es de todos conocido, y que ha resultado ser la causa primera de los problemas actuales del euro. Una circunstancia que llevó a una comparecencia de Mario Draghi, en el año 2011, ante el Comité Económico del Parlamento Europeo, que le preguntó al respecto de sus actividades en Goldman Sachs durante el fraude griego; lo que debió alertar antes de decidir su nombramiento como presidente del BCE.

Y es ahora esta misma persona la que se arroga la autoridad de tirar piedras contra España un día sí y otro también, en un gratuito ejercicio de irresponsabilidad. Primero, porque no es quien para decir cómo hay que resolver el problema de un banco de la eurozona como es Bankia. Y segundo, porque el presidente del Banco Central Europeo debería tener la suficiente prudencia en su responsabilidad para no incendiar aún más el mercado yendo contra uno de sus accionistas. Porque hay que recordar a este ejecutivo que él no es el dueño del BCE, sino un empleado de una organización en la que España es uno de sus accionistas.

La Europa económica parece, sin embargo, dirigida por funcionarios que buscan su solo provecho. Y este es el caso que comentamos. Ir públicamente contra un país de la eurozona es un acto de irresponsabilidad que debería por sí solo llamar a la dimisión del presidente del BCE. Ya que el efecto boomerang de sus declaraciones mete al euro en mayores problemas.

Y de caer el euro, no sólo España, sino también Italia, y posteriormente el resto de los grandes países de la UE entrarán en una espiral cuyo principio puede ser, más o menos, conocido, pero su final desde luego no. Un final que será para todos, ricos y menos ricos, dramático. Hace bien el Gobierno español en exigir más responsabilidad a los dirigentes europeos. España tiene importantes instrumentos para defenderse, especialmente porque nuestros problemas son sus problemas.

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