THE ECONOMIST (REINO UNIDO)
No sería exagerado decir que desde la independecia india en 1947 sólo ha habido dos variantes de economía: la primera producía crecimientos lentos, complicadas regulaciones y una burocracia asfixiante. La segunda se activó gradualmente tras la liberalización en los años 90, de forma que a mediados de los 2000 India era una tierra bullente de optimismo y abierta a los emprendedores. El país parecía destinado a disfrutar largas etapas de crecimiento favorecido por la demografía, nuevas empresas, reformas graduales y disposición al ahorro y la inversión. Pero en los últimos tiempos, el déficit público ha frenado esta última y mantenido los tipos de interés altos. La fragmentación del electorado dificulta las alianzas y difiere las reformas. La corrupción y el exceso de regulación parece empeorar. India debe recuperar su magia.
