Opinión

España, un país de poco fiar

Rajoy y Montoro se equivocan, deberían cumplir la promesa de acatar el objetivo de déficit de la UE.

Rajoy me defrauda por segunda vez. Antes de llegar al Gobierno prometió no subir los impuestos y luego lo incumplió. El presidente se escudó en que el déficit público alcanzó el año pasado el 8,5 por ciento, 2,5 puntos más de lo previsto. Pese a ello, Rajoy aseguró que cumpliría con el objetivo de déficit exigido por la Unión Europea para este ejercicio. Hasta ayer, que comenzó a matizar sus afirmaciones. Ahora resulta que se refería a 2013 y no a 2012. Otra burla para sus votantes y para sus socios europeos, a los que prometió que España sería un miembro fiable y creíble de la Unión. Así se lo han hecho saber tanto el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, como la canciller alemana, Angela Merkel.

Es evidente que nuestro presidente se equivocó de estrategia. Envió al ministro de Economía, Luis de Guindos, a Bruselas con un rosario de reformas para impresionar a sus colegas, pero éstos le exigieron ver antes los Presupuestos. A estas alturas están ya escamados de las promesas incumplidas por varios países miembros. No hay más que echar un vistazo a Grecia, a la que se exige que su Parlamento ratifique cada uno de los puntos del acuerdo que alcanza con la troika. ¿Por qué van a confiar en España si en los últimos años se saltó casi todos sus compromisos? O ¿acaso cree Rajoy que su sola presencia va a cambiar la opinión del resto del mundo sobre nuestro país?

En los dos largos meses que lleva de Gobierno anunció importantes medidas, como las reformas financiera y laboral, o el plan para pagar a millones de proveedores que, en líneas generales, son acertadas. Pero aún no acometió un ajuste serio del gasto público. Las decisiones anunciadas hasta ahora, una subida de impuestos por unos 6.000 millones y una prórroga del presupuesto, que pretende reducir el gasto en 9.000 millones, se antojan insuficientes.

Rajoy debería haber anunciado ya su recorte presupuestario y presentarlo a la UE, en lugar de dibujar castillos en el aire. Eso la habría forzado a pronunciarse al respecto. Si no lo hizo así es por las elecciones andaluzas del próximo 25 de marzo. Una autonomía que considera clave para lograr sus objetivos. Como se confundió de calendario, ahora se ve obligado a desafiar al resto de los miembros de la Unión, incluidos Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, a los que hace sólo unas semanas pedía apoyo y comprensión. Me pregunto si después del desplante sobre el déficit, el eje franco-alemán seguirá dispuesto a defendernos en los próximos meses si los mercados se vuelven contra España, una vez pasado el efecto embriagador de la inyección monetaria del Banco Central Europeo.

El exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, también fue acogido entre abrazos y carantoñas por Merkel y Sarkozy. Pero unas semanas después el BCE presidido por el italiano Mario Draghi se cruzó de brazos cuando la prima de riesgo de su país saltó por los aires, ante los intentos de Berlusconi de retrasar los ajustes que prometió a la UE. Unos días después, il Cavaliere tuvo que dimitir. Confío en que la historia no se repita.

Puedo llegar a entender los argumentos de Rajoy: que el ajuste, de 3,5 puntos del PIB es el mayor de la historia y muy superior al que se comprometió el Gobierno anterior.; que puede hundir a la economía en una espiral depresiva. Pero ningún inversor financiero se detendrá a examinar sus razonamientos. A ojos de todo el planeta, España sigue siendo un país poco de fiar porque no cumple sus compromisos fiscales.

La rentabilidad de los bonos españoles superó ayer a la de los italianos por primera vez desde el comienzo de la crisis de la deuda. Un primer signo de desconfianza de los mercados, aún muy leve. A Rajoy no debe temblarle el pulso en las próximas semanas en anunciar recortes drásticos. Es necesario suprimir y fusionar organismos públicos, acabar con las televisiones autonómicas, fusionar ayuntamientos y cerrar miles de empresas públicas, utilizadas en el pasado para encubrir la deuda de las corporaciones locales y autonómicas.

El sector público, el principal afectado por estas medidas, se pondrá en pie de guerra, como ha hecho ya en las movilizaciones convocadas por los sindicatos. Por eso, hay un grupo de economistas partidario de ejecutar todos los esfuerzos presupuestarios de una sola vez y cuanto antes. Se basan en que hacerlo de manera progresiva, como propone Rajoy, puede alargar la recesión hasta bien entrado 2013. La capacidad del Ejecutivo, además, para aplicar fuertes reducciones del gasto público disminuirá dentro de un año, en el que habrá sufrido un desgaste.

Una vez más, la tesis del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, partidario de ajustes de manera progresiva, aunque sea en contra de los criterios europeos, sale victoriosa. El tiempo nos dirá si Montoro tiene razón. Pero Rajoy debería estar preparado por si tiene que rectificar y acelerar los recortes en aras de la confianza.

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