Opinión

¡Más madera!, por favor

Cristóbal Montoro

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, luce una figura más esbelta, probablemente fruto de las largas horas que pasa en su despacho resolviendo los flecos de la reforma laboral y preparando las nuevas medidas. En las próximas semanas debe tener lista la Ley de Emprendedores. Además, ha comenzado una maratón de recibimientos a representantes de toda índole que acuden en rogatoria a exponer sus problemas.

Las movilizaciones convocadas por los sindicatos el pasado fin de semana a lo largo y ancho de la península se celebraron con éxito. Un ensayo de la huelga general que preparan para el otoño. Los empleados públicos, atenazados por los recortes, son los principales protagonistas de las protestas. Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CCOO) necesitan el apoyo de los transportes públicos para lograr su objetivo. La huelga general del 20J concluyó en un estrepitoso fracaso porque no fue secundada por los conductores del metro y los autobuses urbanos de las grandes ciudades. Ahora, las cosas van por mejor camino. Conscientes de que se juegan su futuro -no pueden fallar-, necesitan calibrar bien sus fuerzas antes de lanzar su gran ofensiva.

El ambiente exterior tampoco es halagüeño. Mariano Rajoy emprendió una especie de peregrinaje, como buen paisano del apóstol Santiago, por los principales centros de poder europeos, en busca del respaldo de sus líderes a la petición de que nos rebajen el objetivo de déficit para este ejercicio en un punto, hasta el 5,4 por ciento.

La última etapa de su gira le llevó esta semana a Roma, donde cuenta con la complicidad del primer ministro, Mario Monti, quien pretende hasta imitar nuestra reforma laboral. Monti y Rajoy tienen mucho ganado, pese a que el comisario europeo de Economía, el finlandés Olli Rehn, se resiste a dar su brazo a torcer hasta conocer las cuentas que elabore el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, para este año.

Los analistas financieros internacionales empiezan a advertir en sus declaraciones públicas que Italia y España podrían caer un una nueva espiral de crisis infernal si se les exigen ajustes con la misma dureza que a Grecia o Portugal. Todo apunta a que en este asunto, como en tantos otros, también habrá diferentes clases o categorías.

Rajoy se guarda otra baza para sacar la actividad económica del encefalograma plano: la reactivación del crédito. Pero aún está lejos de conseguirlo, ya que la reforma financiera emprendida por el titular de Economía, Luis de Guindos, se traducirá en una restricción del crédito, todo lo contrario que se persigue, como reconocen abiertamente las entidades financieras. No hay más que ver las últimas cifras sobre préstamos hipotecarios, que se desploman más del 30 por ciento.

De Guindos ha puesto en la ley que las entidades que se fusionen estarán obligadas a incrementar los préstamos a las pequeñas y medianas empresas, pero sólo las cuatro ya nacionalizadas parece que emprenderán por la fuerza esa aventura. La principal esperanza está puesta en el potente plan que anunció ayer Montoro para que las Administraciones Públicas salden las deudas con sus proveedores.

El programa tiene dos virtudes: la primera es que servirá para vaciar los cajones de facturas pendientes con el fin de que conozcamos cuánto se debe; la segunda es que movilizará una cifra equivalente a entre el 3 y el 5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Todo un plan de inyección monetaria a las empresas que debería provocar que la economía eche a andar de nuevo, aunque al comienzo sea al ralentí.

Existe, por último, una firme voluntad de reformar las líneas ICO para que el dinero llegue a las pymes. La combinación de una reforma laboral que permita a las empresas ser más flexibles en lugar de despedir, la mejora de la previsión de déficit y la movilización del crédito mantienen esperanzada a la ministra de Empleo, quien confía en que se vea algo de crecimiento a final de año y el paro se frene antes de los seis millones. Ojalá sea así. En mi opinión, hasta que no se resuelva el problema inmobiliario de la banca, el crédito no volverá a fluir de verdad y, por tanto, persiste el riesgo de que todo descarrile.

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