Desde 2000, al tiempo que el número de emprendedores mermaba, el de funcionarios crecía. De manera que engrosábamos el gasto en lugar de apoyar a nuestro tejido empresarial, que a su vez genera empleo, aumenta el consumo y nos hace más competitivos. Por ello, es acertado que el Gobierno haya congelado la contratación pública.