Opinión

Marcos Suárez Sipman: ¿Situación prerrevolucionaria en Rusia?

Rusia vive una ola de descontento popular. Decenas de miles de personas han salido a las calles para pedir la renuncia del primer ministro, Vladimir Putin. El movimiento de protesta surgido tras las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre las denuncia como fraudulentas.

El partido de Putin, Rusia Unida, perdió el 25% de sus escaños, conservando la mayoría parlamentaria. Acusa a la oposición de intentar "deslegitimar" el proceso electoral. Presidente en dos oportunidades anteriores -se presentará como candidato en las elecciones presidenciales de marzo próximo-. Hombre fuerte de Rusia en los últimos 12 años, su respaldo en las encuestas disminuye. Ha dejado de ser un árbitro supremo.

Moviéndose entre la democracia y el autoritarismo, Putin ha buscado un equilibrio entre los aperturistas y los que hasta hoy -20 años después del colapso- no aceptan la pérdida de influencia de la URSS. Con él se logró la reconstrucción del Estado ruso. Y al encontrarse con el boom de las commodities en el mercado energético mundial, volvió a aumentar el status geopolítico internacional. No obstante, su estructura económica sigue siendo primitiva, humillantemente dependiente de las materias primas y lastrada con un enorme aparato burocrático. Rusia padece los rigores de la crisis global con una inflación de casi el 8%, bajo poder adquisitivo y una creciente fuga de capitales. Su población se reduce en 700.000 personas por año. De los 141 millones actuales se podría pasar a 100 en 2050.

Se piden con urgencia mejoras en el clima de inversión para que la economía, estancada desde 2008, vuelva a crecer con fuerza. Sin inversiones no habrá crecimiento, y éstas no se darán sin instituciones transparentes, que a su vez requieren la reforma política.

¿Es exagerado hablar de situación prerrevolucionaria? El poder hace concesiones, pero con demora. Y se pierde el miedo. Claras señales de un cambio inminente.

Putin está situando a viejos amigos e intransigentes en puestos clave sin ser oficialmente el presidente electo todavía. Más en lo que se percibe como un gesto a los manifestantes y -más aún- señal de la inquietud de un régimen que pierde legitimidad, ha prometido una modernización del sistema político. Un conjunto de medidas que prevén facilitar el registro de los partidos políticos y restaurar la elección de los gobernadores regionales, nombrados por el Kremlin desde 2004.

Tras desestimar a los manifestantes, Putin ha apoyado la propuesta del presidente Dimitri Medvedev para introducir la reforma política gradual. Aunque mejor conocedor de las nuevas tecnologías y su potencial poder en las protestas contra Putin, Medvedev es débil políticamente.

Por otro lado, la oposición está muy dividida. Cuenta con personalidades que van de la extrema izquierda a la extrema derecha, pasando por liberales o estrellas de televisión. Sin embargo, se ha roto un tabú cuando las televisiones estatales, bajo control del poder político, mostraron la concentración multitudinaria del pasado día 24 y a sus líderes. En especial, se mencionó que iba dirigida contra Putin, un exagente de la KGB que durante sus mandatos nacionalizó importantes industrias, censuró a los medios y utilizó los servicios de inteligencia para sofocar a la oposición política.

Cabe preguntarse si no es tarde para una lenta reforma dosificada. Una revolución no es un pronóstico alentador para la estabilidad del país más grande del mundo y el mayor productor de energía. Un paso decidido hacia una auténtica democracia en 2012 sí puede serlo.

Marcos Suárez Sipman, analista de Relaciones Internacionales. Twitter: @mssipmann.

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