
El 'derroche' periférico no causó la crisis, sino la falta de una política fiscal supranacional y un Tesoro común.
El acuerdo impulsado por Merkel al que al fin han accedido los líderes europeos, encaminado a imponer un control mucho más estricto sobre las cuentas públicas y unas sanciones más severas a quienes incumplan las reglas de déficit, no va a solucionar la crisis del euro, ya que parte de un clamoroso error de diagnóstico.
Conforme a su planteamiento, la causa del problema se halla en el comportamiento irresponsable de unos países periféricos derrochadores e incapaces de controlar su déficit. Pero tanto España como Irlanda se encontraban antes del inicio de la crisis entre los primeros de la clase en cuanto a cumplimiento de los límites de déficit y deuda públicos del Pacto de Estabilidad. Ha sido la crisis financiera y el estallido de sus burbujas inmobiliarias lo que ha desplomado sus ingresos fiscales y hundido sus hasta entonces saneadas cuentas públicas.
El origen auténtico de la crisis está claramente identificado y es de sobra conocido: existe un fallo en la arquitectura institucional de laUEM consistente en la ausencia de una auténtica Unión Fiscal. Por Unión Fiscal no me refiero a unos funcionarios que controlen las cuentas públicas nacionales, que es el objetivo del acuerdo del viernes, sino a un Tesoro común, con transferencias entre países y con una política fiscal definida por una autoridad supranacional. Sin este elemento clave, la eurozona no es lo que los economistas llaman un área monetaria óptima y, por tanto, no puede funcionar.
Al convivir en la misma área monetaria países muy diferentes en competitividad, ahorro, posición cíclica, etc., se van generando desequilibrios asimétricos que se reflejan en los saldos extremos de las balanzas de pagos. Dichos desajustes no se pueden corregir porque no existe el mecanismo básico de ajuste, el tipo de cambio, de modo que se van acumulando hasta que explotan, hundiendo el empleo, la actividad económica y, por supuesto, las cuentas públicas.
Es cierto que parte de la culpa es nuestra por no haber preparado nuestra economía para competir en un área monetaria única, pero incluso eso hubiera sido insuficiente para neutralizar los perversos mecanismos del mal diseño de ésta. Si Alemania y otros países no están dispuestos a avanzar en esta dirección, quizás sería mejor que nos planteáramos ir cada uno por nuestro camino.
(María Jesús Fernández, fundación de las Cajas de Ahorros.)