Rajoy pact´ço las líneas generales de su plan con Merkel a cambio de ayudas para la banca. Ahora, debe cumplirlo.
Que la canciller germana, Angela Merkel, es quien manda en Europa es algo de lo que no cabe duda, sobre todo después de que esta semana el mercado castigara a la prima de riesgo francesa tanto como a la de otros países periféricos, hasta superar los 200 puntos.
El ministro galo de Economía, François Baroin, urge en la entrevista publicada hoy en elEconomista a un papel más activo del Banco Central Europeo (BCE). Las primeras discrepancias en el seno del eje francoalemán muestran que en el futuro serán el tándem formado por la canciller y el presidente del BCE, Mario Draghi, el que lleve las riendas de la política económica europea. Tanto el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, como el del Consejo, Herman Van Rompuy, bailan al son de Merkel y Draghi.
Los países del euro cedieron al BCE su soberanía en asuntos monetarios y ahora están atrapados ante la disyuntiva de abandonar el euro, lo que conduciría a la quiebra de su sistema financiero, o plegarse a unas normas hechas a medida del Bundesbank, el banco central germano.
En la memoria colectiva de los alemanes perdura, incluso más que la Gran Depresión, la hiperinflación de los años 20, que arrastró al país a la miseria y fue provocada por la impresión masiva de billetes por el Reichsbank, el antecesor del Bundesbank. Eso explica la aversión de su Ejecutivo a autorizar al BCE a imprimir moneda sin control para salvar a los países periféricos del euro.
El único camino que queda es realizar los ajustes necesarios para reconducir las cuentas públicas, como han hecho Irlanda y Portugal desde que fueron rescatados. Ni siquiera el recurso temporal de comprar deuda de los países afectados parece que vaya a perdurar.
El BCE ha rebajado el límite a estas compras, pese a que los activos adquiridos equivalen a menos de la mitad de las adjudicaciones de la Reserva Federal de Estados Unidos para estimular su economía.
La segunda semana de noviembre, las compras de deuda sumaron 4.500 millones, menos de la mitad que la semana precedente. Casualmente, el descenso del volumen de estas adquisiciones coincidió con el incremento de la prima de riesgo italiana por encima de los 500 puntos, lo que provocó la marcha de Silvio Berlusconi.
Los italianos confiaban en que Draghi los salvaría del abismo. Pero cuando la prima de riesgo se disparó, éste se cruzó de brazos hasta ver pasar el cadáver político de Berlusconi delante de sus narices.
Draghi viajó a Roma el sábado pasado para reunirse con Mario Monti, el nuevo primer ministro italiano, justo el día previo a su nombramiento. El gesto se interpretó por la clase política italiana como el beneplácito a su designación. Pero el lunes 14, la prima tocó de nuevo máximos coincidiendo con las dificultades de Monti para formar un Gobierno de tecnócratas. En cuanto hubo compromiso, se relajó. Da la impresión de que Draghi usa el brazo ejecutor del BCE para premiar a los gobiernos que lo hacen bien o viceversa. Ésta es la teoría que defiende Merkel: el BCE sólo actuará a cambio de compromisos por parte de cada país.
Draghi y Merkel dejaron que las tensiones se reprodujeran en España durante esta semana previa a las elecciones. El caso más claro fue el jueves, cuando la prima de riesgo retrocedió de 500 a 450 puntos en las horas posteriores a la colocación de los bonos españoles a casi el 7 por ciento. Una maniobra que se interpreta como un aviso a navegantes para que Rajoy tome medidas urgentes. Sobre todo, ante la falta de concreción en el programa con el que el candidato popular se presenta a los comicios generales del próximo domingo.
Rajoy reconoció en la entrevista concedida a El País que hace meses que no habla con Merkel. Como publicó elEconomista, el líder popular se desplazó en dos ocasiones a Alemania, una de ellas en marzo. En estos encuentros y en los contactos posteriores a través de la Fundación Konrad Adenauer, se trazaron las líneas generales a cambio de recibir ayuda europea para nuestros bancos.
Rajoy quiere conocer las cuentas públicas antes de anunciar sus iniciativas, pero el mercado no parece dispuesto a esperarlo. Si piensa que su sola victoria servirá para recuperar la confianza, está muy equivocado.
La ruta trazada por Merkel es diáfana. Primero hay que hacer los deberes y luego reformar el Tratado de la Unión Europea para unificar la política fiscal. El que lo acepte, tendrá ayudas y apoyo del BCE, y el que no, tendrá que sufrir sobre sus espaldas la furia del mercado.