
El Partido Popular lleva siete años de dura oposición, por lo que su legítimo afán de tocar poder debe estar francamente desarrollado. Además, Rajoy, que logró imponer su liderazgo después de dos derrotas seguidas, tiene muchas lealtades que premiar a conmilitones que lo han secundado y apoyado durante la travesía del desierto.
Quiere esto decir que Mariano Rajoy, quien, si no fallan las encuestas, se sentará en Moncloa tras el 20N, tendrá apuros para colar las expectativas de todos y situar y encajar a quienes se creen con derecho a recoger los frutos de tan denodado esfuerzo.
Naturalmente, la formación del primer gobierno de la segunda etapa del PP en el poder dependerá del resultado del 20N. Si Rajoy no obtuviese mayoría absoluta, todas las posibilidades quedarían abiertas, incluso pactos de gobierno con CiU o el PNV que supusiesen la entrada en el Ejecutivo de ministros nacionalistas. Pero si, como pronostican todas las encuestas sin excepción, el PP obtiene una diferencia de más de ocho puntos con respecto al PSOE y se garantiza por tanto la mayoría absoluta, es poco dudoso que Rajoy acudirá a su cantera de políticos para rellenar los primeros niveles de la administración central, incluidos los ministros, que, previsiblemente, serán algunos menos que en la etapa de Rodríguez Zapatero (en torno a la decena).
El banquillo del PP
Al contrario que el PSOE, que ha tenido visiblemente un problema de afiliación en los últimos lustros -no se ve desde hace años a representantes de las nuevas generaciones, ni adhesiones significativas de profesionales y personalidades que se aproximen a Ferraz-, el PP tiene mucho banquillo en los tres ámbitos del que proviene la mayoría de los cuadros: profesionales liberales, representantes del mundo académico y empresarios.
En estas vísperas preelectorales, se entrecruzan rumores de toda índole, lanzados por estrategas que buscan colocar por este medio a sus patrocinados, por periodistas imaginativos y desocupados y por la propia sociedad civil que se divierte en lis cenáculos conspirativos y en las redes sociales. Con todo, hay que descartar -porque no sería de sentido común- que Rajoy intente un gobierno de concentración (sólo sería razonable si lograra una improbable y exigua mayoría relativa) y mucho más que el Rey lo auspicie, como aseguran algunos lenguaraces sin fundamento.
No se puede descartar, evidentemente, que Rajoy incluya en su equipo de proximidad a algunos independientes, que en todo caso serían personas cercanas a su ideario. Ello podría suceder especialmente en Economía, materia en la que Rajoy ha sido muy poco explícito en lo tocante al equipo que piensa formar.
El misterio de Economía
De momento, hay tres tendencias en el gran escenario del cotilleo hispánico: la que sostiene que el vicepresidente económico será un hombre de la casa -Montoro o Luis de Guindos-; la que asegura que Rato no hará oídos sordos a la invitación de Rajoy, y la que dice conocer que habrá un fichaje espectacular, un gran empresario o un catedrático de fuste. Conociendo a Rajoy, la sorpresa debería descartarse de antemano.
En todo lo demás, Rajoy hará gala de su previsibilidad. Y a estas alturas, la única incógnita de cierto relieve político es la ubicación del diputado Gallardón, asunto que evidentemente tiene como gran fleco la alcaldía de Madrid, y la posibilidad de que Ana Botella, la esposa de Aznar, ascienda a dirigir la capital del reino. También en este asunto hay división de opiniones entre quienes piensan que Rajoy aguardará a su segundo gobierno para llevar a Gallardón al Ejecutivo para no irritar demasiado a la derecha del PP que lo detesta y quienes creen que irá inmediatamente a una cartera relevante: Exteriores, Justicia, Fomento...
Lo más cierto de las especulaciones que circulan es en definitiva la fortaleza de Rajoy: sabe que ha llegado a una posición de absoluto dominio del partido, de los tiempos y de las personas, y actuará según su criterio, que es como se sabe moderado y previsible.