Si es verdad que doctores tiene la santa madre Economía, ¿por qué los responsables del timón político-económico no prestan más atención a lo que dicen sus señorías? Una vez más, un gurú con vocación de predicar en el desierto -haciendo gala no de dotes de clarividencia, sino de madurez analítica- ha dejado caer una perla para que la recoja el más avispado.
Pero como era de esperar, hasta ahora no ha habido ningún afortunado que repare en ella (esperemos a ver si alguien del Eurogrupo despierta). Robert J. Shapiro (doctor por Harvard, maestría por el London School of Economics and Political Science, asesor de Bill Clinton, de Tony Blair de firmas privadas como MCI, Inc., New York Life Insurance Co., SLM Corporation, Nordstjernan de Suecia, Fujitsu de Japón, etc.) ha hecho público en la BBC (para que se entere bien Cameron y tenga un argumento más para seguir yendo a su bola frente al resto de Europa) una verdad tan de Perogrullo como que la banca europea corre el riesgo de colapsar en dos o tres semanas si no se encuentran y aplican medidas plausibles a la crisis de deuda soberana que nos asedia (por no decir otra expresión más fuerte y castiza). Del más que probable colapso del sistema bancario europeo no se salvará ni el apuntador. Es decir, ni los grandes bancos alemanes, franceses y, hete aquí, que también quedarán tocados y/o hundidos los británicos, estadounidenses, japoneses... ¡Avatares de la mundialización de la economía!
Como los más ladinos (Merkel y Sarkozy) ya se olían el patatús (más que olerse, sabían que sus bancas están con el agua al cuello por acumular deuda griega, ¡hasta el 60%!) juzgaron oportuno adoptar una recapitalización de la banca, mejor dicho, de su banca, y rizando el rizo proponer un cambio en los Tratados de la Unión (compostura que sería efectiva para cuando las gallinas críen dientes, eso sí, mantendría ocupados y entretenidos a los Gobiernos y justificaría algunos sueldos). Señores, si lo que hay que hacer es cumplir lo que hay, que ya contempla: "la protección del empleo, la cohesión social y la estabilidad económica".
Con este panorama, en el que entre dos naciones se parte y reparte el pastel de toda la Eurozona, y cuando el presidente del BCE, Trichet, a punto de licenciarse de su cargo (sin merecer cum laude), afirma que la institución ha hecho "todo lo que ha podido" (o le han obligado a hacer) para buscar una solución a la crisis de deuda (apenas lo hemos notado, ¿no?), la rimbombante cumbre de líderes no parece ser más que una formalidad y un foro para que los débiles ejerzan el derecho al pataleo. Cuando escribo este artículo, aún no ha concluido el cenáculo, por lo que de los resultados, si es que los hay, daré cuenta en otro momento. Por lo pronto, los adláteres de Merkel ya dejaron caer un buen jarro de agua fría sobre las expectativas de alcanzar una solución eficaz y eficiente a la crisis en el transcurso del Consejo, entre otras razones, porque quienes estamos en ascuas esperamos que la estrategia sea global y contundente (no bilateral -no hace falta decir para qué dos países- y de zurcido provisional para el resto), una respuesta que zanje de una vez la agonía griega; la decadencia de la banca; fortalezca el fondo de rescate; aleje el fantasma del contagio y abra el camino para el crecimiento y la mejora en la Eurozona (si es que seguimos empeñados en mantener la unidad monetaria, claro).
Nos creamos o no los ciudadanos de a pie la efectividad de esta cumbre, los mercados financieros (mucho más crédulos, sin duda), por lo pronto, y aunque Berlín y París han dicho que no habrá una decisión firme hasta que tenga lugar una segunda reunión mañana (eso lo veremos), y sin que al resto de los asistentes les hayan dejado abrir la boca, como pudimos leer el 21 de octubre, cuando redactábamos esta nota, ya han experimentado una subida... No se preocupen, ¡todo lo que sube, baja!
Lo dicho, seguiremos hablando de la Cumbre Borrascosa que, seguro, dará mucho de sí.
Fabián Estapé es economista.