
Bocazas. Es lo que somos. Yo, la primera. Y tanta incontinencia verbal nos acaba delatando y nos condena. Hoy me he levantado con el título de psicóloga bajo el brazo, aviso.
Hay varios tipos de bocazas. Están los que acaban resultando tiernos. He escuchado a varios en estos días. Como Raquel Perera, madre del tercer hijo de Alejandro Sanz, que dice de la maternidad: "Es mucho más fácil de lo que esperaba". Pues nada, cuando quieras te cambias por mí o por cualquiera de mis madres cercanas y luego me lo cuentas. Una semana, no más. Ya verás como vuelves corriendo a Miami.
Otro tierno (y pesado) es Fonsi Nieto. Que debe ser que duerme y se ducha con el móvil, porque nos ha retransmitido el parto de su novia con una precisión que parecía que no ha parido nadie más hasta el momento. Faltó que colgara el vídeo, vamos, como si aquello fuera un espectáculo precioso.
Menos mal que hay bocazas más listas, como Lucía Etxebarría, a la que una apuesta en Twitter le ha convertido en blanco de las iras de algunos seguidores de Elvira Lindo (por si aún no se han enterado, Etxebarría se apostó una cena a que Lindo ganaba el Planeta, cuando ésta ni siquiera se presentó). El mosqueo de la gaditana no fue a mayores y se limitó a llamar a Etxebarría "enteradilla".
Sabemos que podía haber sido peor, que este mundo está lleno de macarras. Macarras como Antonio Burgos, que en uno de sus últimos artículos en ABC (titulado Faltaba Rigoberta) se marca la elegante frase: "Eso de que solamente estuvieran Kofi Annan, Gerry Adams, un irlandés nuevo en esta plaza y una señora gorda y noruega me ha defraudado totalmente". Menos mal que nos dice que es noruega, porque señoras gordas hay muchas. Pero ha sido primera ministra, señor Burgos, que no es un detalle menor.
¿Por qué no ha hecho la gracia completa y ha hablado del "negro con barba blanca", "el de los pelos como de científico loco" o "el blanquito barbudo y con gafas"? Le faltó chispa. Lástima.
Ángeles Caballero es periodista.