Fitch, Moody's y S&P. ¡Todos para uno y uno para todos! Entre los tres han puesto en el potro de tortura a todo lo que se mueve en España y queda bajo al alcance de su florete: deuda soberana, deuda autonómica y local, deuda empresarial, deuda bancaria... Un cilicio que ciñe hasta la sangre nuestros cuerpos serranos.
No me desdigo de lo que he opinado en esta columna sobre las agencias de calificación crediticia. Han sido el chivo expiatorio en el que una mayoría de políticos ineptos y vagos, sin asomo de autocrítica, han descansado sus responsabilidades, han endosado su culpa in vigilando. Lo mantengo.
Sin embargo, debo decir que, ante esta agresión abusiva, la respuesta de las agencias ha sido muy virulenta, si no vengativa. Parece que se hubieran dicho: "Nos culpáis de no haber llamado la atención sobre vuestras flaquezas. ¡Os vais a enterar!"
Y a ello se han puesto con la furia del espadachín, repartiendo puntazos y estocadas y dejando la señal indeleble de su acero sobre la piel de las víctimas. Como El Zorro. En vez de una F, una M, una S en el rostro financiero de un banco, de un país, de una empresa, los marcan selectivamente con A, con B, con C y sus múltiples combinaciones esotéricas. Y vergonzantes. Como aquella A escarlata que Nathaniel Hawthorne impuso en su novela a la pobre Hester Prynne, la adúltera.
Los tres mosqueteros , como en el medio centenar de películas que han divulgado a los héroes de Dumas, han sobreactuado, han hecho visible su poder a base de advertencias, piruetas y cabriolas, para, al final, asestar la estocada de pronóstico reservado.
La ley de hierro de los tres mosqueteros no mata; deja malherido. Pocas veces la curación es vertiginosa como la de un torero. Las más de las veces, la convalecencia es prolongada, dolorosa, incómoda y frustrante. Y la rehabilitación la firman los mismos que infirieron.
La novela tiene muchos capítulos por escribir.
Hernando F. Calleja. Periodista de elEconomista.