Opinión

Editorial: Cae otro señor del ladrillo

Víctima de sus desmesuradas ambiciones, el presidente de Sacyr, Luis del Rivero, ha caído. En un consejo en el que intentó elevar su cuota de poder obteniendo un consejero más, la mayor parte del órgano de dirección decidió que ya era suficiente; que sus planes no tenían pies ni cabeza; que su temeridad ponía en peligro la viabilidad de la constructora; y que era mejor soltar lastre...

Su propio consejero delegado, Manuel Manrique, tuvo que votar en contra de su presidente y aliarse con los accionistas de las cajas, Abelló y Carceller. Todos habían mantenido conversaciones con las entidades que financian los 4.900 millones que debe Sacyr, y habían llegado a la conclusión de que resultaba mucho mejor vender una parte considerable de la inversión en Repsol y así reducir, quizá hasta la mitad, su deuda. La compañía aún puede ofrecer como excelentes garantías Testa, el Canal de Panamá y el resto de Repsol.

La banca quería ya el dinero y rebajar su exposición. Y Sacyr tiene por delante una cantidad más manejable y por tanto cuenta con más tiempo para abonarlo. Se desmorona el febril plan de Del Rivero de aliarse con Pemex para controlar Repsol.

Y se desvanece uno de los protegidos de la política industrial del ministro Sebastián, uno de esos señores del ladrillo que el Gobierno animó a entrar en grandes compañías a golpe de endeudamiento para aportar estabilidad y dirección... y que más bien han sembrado el caos.

Del Rivero resumió muy bien una vez su modelo de negocio con respaldo político y amplios márgenes de los pelotazos en la construcción: "Para qué quiero ratings si los bancos me lo dan todo". Hasta que han dicho basta.

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