Hace algo más de una semana mantuvimos en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad CEU San Pablo de Madrid un interesante debate sobre el futuro del Estado de Bienestar y, en particular, sobre el futuro de las pensiones. Nos acompañaron en el estrado reconocidos economistas: Juan Velarde, David Taguas, Luis de Guindos y Rafael Doménech.
Al término, uno de los asistentes se acercó y nos espetó: "La sesión ha sido magnífica, sin embargo, ustedes deberían haber sido más contundentes dada la situación en la que nos encontramos". Pasó por mi cabeza aquello de dáles caña, Alfonso, pues me pareció que lo que dicha persona esperaba de nosotros era una arenga política contra unos o contra otros.
Es uno de los muchos males de este país, y quizás el peor: hay que llevar la confrontación política a cualquier terreno, y no digamos al económico. Algo a lo que se agarran muchos políticos españoles que, ante la carencia de argumentos, sólo hacen del ataque al contrario el único método de acción.
La persona a la que me refiero nos comentó que era ejecutivo de una multinacional. Tenía a su cargo varios países y sólo España le daba quebraderos de cabeza por la posición inflexible de sus trabajadores, que al parecer sólo querían aumentar sus privilegios y no daban nada a cambio, ni mejoras de productividad, ni cualquier otra contrapartida. Y siempre en posiciones extremas. Nos hizo una comparación con la filial de Polonia, a todas luces distinta.
La conversación no duró mucho. Le expresamos, sin embargo, que todo lo que había que decir al respecto de nuestro tema se había expuesto. Tanto lo bueno como lo menos bueno. Dónde estamos y dónde podemos estar si no se hace nada; pero que a nosotros no nos tocaba hacer política, sino hablar de políticas. En este caso, económicas.
Por ello, no nos dolían prendas en asegurar que el camino emprendido en la reforma de las pensiones había sido el correcto, aunque, evidentemente, había más cosas que hacer, y que si no se hacía nada más, España se encontraría con un enorme problema en un futuro no muy lejano.
También habíamos abordado el problema de la deuda financiera, y lo que encarábamos en 2012: renegociar del orden de 220.000 millones de euros conjunto; y habíamos pasado por otros problemas como la Educación o la Sanidad. Esta última, una suerte de bomba de relojería que espera a la puerta para mostrarse con toda su crudeza. Nada más, pero tampoco nada menos. Se trataba de hechos, no de ataques a nada ni a nadie; aunque, evidentemente, las situaciones económicas no surgen porque sí, siempre hay responsables de lo bueno y de lo malo.
Lo peor no ha pasado
Casi en paralelo, ha llegado a mis manos un libro con el sugerente título de Nada es gratis. Son 238 páginas que no tienen desperdicio. Escrito para el lector no especialista, los autores han hecho un trabajo encomiable. Ameno, lleno de datos y, sobre todo, muy esclarecedor de lo que ha sucedido y de lo que puede venir si no se hace lo necesario.
Lo que ha pasado tiene que ver con la crisis de deuda. Dinero barato y abundante que bancos y cajas pusieron a disposición de cualquiera. Responsables de esto, muchos: los reguladores, evidentemente, pero también los agentes inmobiliarios, los constructores y, desde luego, los clientes finales que se endeudaron sin tino.
Crisis económica nacida del ladrillo que trajo la crisis financiera, cuya parte peor no ha pasado aún. Nada queda en el tintero del libro en cuestión, incluso el enorme problema demográfico de España: no nacen niños suficientes, a lo que se une a una mayor esperanza de vida de los más mayores.
El resultado, una pirámide invertida. Como también se aborda el problema de las incontroladas finanzas autonómicas y otros temas no menos relevantes. La conclusión es que España se encuentra con un modelo económico agotado. Un modelo, en definitiva, que necesita un repuesto con urgencia. ¿Y qué repuesto? Parece claro: reformas estructurales imprescindibles que todo el mundo conoce, sin olvidar un mejor sistema educativo en todos sus niveles, desde la escuela primaria a la Universidad.
De poco valdrá discutir si son galgos o podencos. Ni mucho menos jugar a la política de destruir al contrario. El corto plazo presenta muy negros nubarrones. En el sistema financiero y también en otros lugares clave como la Seguridad Social. Y lo que se necesitará para sacar al país de donde está serán nuevas políticas y, como alguien solicitó alguna vez, que todos arrimen el hombro. Políticas serias y mucho trabajo. El mal hacer (o deshacer) del pasado cercano ya lo conocemos y aquí nos ha traído. Ahora toca un nuevo modelo. Todos seremos necesarios para salir de este enorme bache.
Eduardo Olier. Director de la Cátedra de Geoeconomía, Universidad CEU San Pablo.