
M uamar el Gadafi está muerto. El comentario que merecen sus 42 años de tiranía sólo expresa pesar por el inmenso sufrimiento causado. Se abre un nuevo capítulo en la Primavera Árabe, al tiempo que comienza una era de libertad en Libia que plantea muchas interrogantes.
Los algo más de 6 millones de libios - sometidos a graves divisiones regionales, étnicas y tribales- han perdido con la muerte del dictador su mayor objetivo aglutinador. No hay que olvidar las diferencias entre islamistas y laicos. Los mensajes ahora son de unidad y reconciliación. El conseguirlo será una ardua empresa para el Consejo Nacional de Transición (CNT).
La sede central del CNT, reconocido por la ONU como el legítimo Gobierno de Libia, funciona en Trípoli desde el 25 de agosto. Su tarea más urgente, sin embargo, consistirá en proveer la necesaria atención médica a los miles y miles de heridos y mutilados tras ocho meses de guerra civil.
La operación de reconstrucción nacional es ingente. El país está en ruinas. A diferencia de otros países árabes, no existe apenas sociedad civil. Es necesario transformar la rebelión en una verdadera democracia. El CNT ya tiene una declaración constitucional, y en un plazo de 30 a 60 días nombrará a un nuevo encargado del Poder Ejecutivo y una nueva oficina del Gobierno. La hoja de ruta del CNT contempla la celebración de elecciones democráticas en dos años.
La evolución del conflicto libio está siendo monitoreada por la UE y EEUU, dos bloques que son, además, altos consumidores de petróleo.
Libia, ahora cuarto mayor productor de petróleo africano - tras Nigeria, Argelia y Angola -, representa el 2% de la oferta mundial. Posee las mayores reservas petroleras en África y a nivel global ocupa el noveno lugar, además de ser uno de los principales proveedores de Europa, por su cercanía geográfica.
Las relaciones de la UE - que compra el 79% del petróleo libio- y de las empresas americanas con el dictador han sido escandalosas. Finalmente se aprobó en marzo la intervención de la OTAN que - si bien controvertida- ha sido decisiva.
¿Cómo van a ser las relaciones futuras? La pasada hipocresía de Occidente debe dar paso al claro apoyo de la democracia. Y la cooperación política ha de ir de la mano de un fortalecimento de los vínculos económicos.
Es de esperar - aunque nada lo indica - que en las recientes visitas del presidente francés Sarkozy, de los primeros ministros británico David Cameron y turco Recep Tayyip Erdogan, así como de varios ministros británicos, italianos y canadienses se vislumbre un cambio de actitud. Lo mismo cabe decir de la del vicecanciller alemán y ministro de Economía, Philip Rössler, y la visita relámpago de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton.
El mensaje para las dictaduras árabes aún existentes es muy claro: no se puede sojuzgar y matar a la propia población impunemente. Ha llegado la hora para Libia de implementar la reforma económica en un contexto democrático y libre.
Marcos Suárez Sipmann Analista de Relaciones Internacionales. Twitter: @mssipmann