Un vuelo de Lufthansa separa Milán de Múnich en más o menos una hora, pero en términos económicos y políticos estamos ante dos mundos muy distintos.
El modus operandi político de la canciller Merkel es prácticamente símbolo de rigidez científica: probar, probar y probar una vez más antes de dar pequeños pasos aunque, a la vez, transmita la sensación de indecisión. Entretanto, en Italia el primer ministro Berlusconi adopta muchas decisiones todos los días y, a menudo, terminan en iniciativas que en cualquier lugar menos en Italia se tacharían de imprudentes.
Al aterrizar en Múnich tras pasar un día en Milán, soy consciente de que en algún punto de esta enorme brecha que separa ambos estilos de toma de decisión ha de buscarse la solución definitiva a la crisis de la deuda de la eurozona.
En el marco actual, Italia es demasiado grande para caer y demasiado grande para ser rescatada, por lo que configurar una opción de financiación viable a medio plazo para una Italia solvente pero sin liquidez es el alfa y omega de los líderes políticos de la UE y del BCE.
El mercado e Italia apuestan a que Alemania optará finalmente por la solidaridad frente a la disciplina fiscal, y nada de cuanto he escuchado en Múnich rebate esta idea, aunque me lo planteo cada vez que hay una "encerrona" en Alemania como la última votación del FEEF en el Parlamento o la resolución adoptada por el Tribunal Constitucional (una mayor integración exigiría una nueva constitución, ¡si hubiera tiempo!). Sin embargo, no puede resolverse de otra manera que siguiendo adelante con la disciplina como medio para dar con la solidaridad y no al revés.
Solidaridad y disciplina
Llegados a este punto, observamos una enorme diferencia en el proceso: aplicar una disciplina para alcanzar la solidaridad es con creces mucho más aceptable desde una perspectiva política que actuar en el orden incorrecto desde el punto de vista alemán.
La quita/quiebra de Grecia es sin duda viable, y puede que incluso un país más pequeño como Portugal se vea en el barro, ya que de no ser así ambos son de facto insolventes. Pero Italia no es insolvente, aunque necesita encontrar el equilibrio correcto entre la privatización, el incremento de la base imponible y un firme compromiso en materia de prudencia fiscal hasta donde alcanza la vista si quiere seguir siendo solvente. Solidaridad y cierta disciplina para los más pequeños y, ante todo, disciplina en el caso de Italia.
Keynes decía: "El mercado puede permanecer irracional durante más tiempo del que uno puede mantenerse solvente". Pero en el caso de Italia se trata de determinar el tiempo que Roma puede permanecer solvente cuando el mercado se muestra racional.
Contemplo el periodo de gracia anunciado por la propia UE, que culmina en la reunión del G-20 de Cannes que se celebrará a principios de noviembre, como la última oportunidad para encontrar una solución para el enorme reto que suponen Italia y su deuda. La UE sólo tiene que mostrar al mercado que Italia representa un claro límite.
Si logran contener a Italia, la crisis en la periferia real que forman los países más pequeños de la UE será significativa pero controlable. Una vez más, mantenerse a la espera de un plan que propicie otro plan resultará una pérdida de tiempo y, además, se correría el riesgo de crear un escenario aún más caótico.
En Alemania, los responsables políticos más destacados comentan a la prensa alemana que no esperen nada de la reunión del G-20; existe una teoría social aceptada que afirma que cualquier debate con más de 12 personas es más productivo si se diversifica en grupos más pequeños.
En este caso, estamos ante una reunión en la que participan Merkel, Berlusconi, Sarkozy, un representante de la zona UE, otro de la UE que no de la eurozona, un miembro del BCE, un representante del FMI y quizá Van Rompuy. Es todo. Así pues, este grupo debería seguir la pauta que sigue el Vaticano cuando eligen a un nuevo Papa: reunir a los cardenales en un espacio cerrado y no dejarles salir hasta que hayan adoptado o bien una solución a largo plazo, o bien la decisión de dejarlo caer y asumir la pérdida.
¿Qué ocurrirá con Europa?
Hace ya mucho tiempo que expiró el plazo para adoptar una decisión, y la presión que asfixia al sector bancario es cada día mayor (como curiosidad, explíquennos cómo la entrada de Bélgica y Francia en Dexia va a resolver todo, y de ser así, veamos cómo Francia y Bélgica sufren una rebaja antes de la reunión de Cannes). Seremos testigos de una nueva realidad si la UE no salta a escena muy pero que muy pronto con un nuevo plan; estaremos ante la realidad de la Crisis 2.0, en la que ya no será momento de comprar sino de plantar cara a las circunstancias.
Así pues, ¿qué ocurrirá con Europa mientras se encuentre en la encrucijada? ¿Optará por seguir alargando y disimulando hasta entrar en un territorio completamente desconocido y peligroso, o decidirán tomar un camino más duro y largo hacia la democratización de la pérdida?
Steen Jakobsen. Economista jefe, Saxo Bank.