Opinión

Editorial: Carrera de obstáculos en la UE

Las próximas semanas serán decisivas para la crisis de deuda europea. La elefantiásica maquinaria comunitaria debe acelerar una solución plagada de frentes antes del próximo G-20, los días 3 y 4 de noviembre.

A la luz del tiempo que ya ha malgastado, paradójicamente por querer ganarlo, y de la torre de Babel en que se han convertido las negociaciones, no será una tarea fácil o exenta de dudas. A día de hoy, los cabezas visibles de la UE sólo tienen un acuerdo de intenciones.

Alemania aún no tiene fecha para votar aspectos cruciales como la luz verde al segundo salvamento heleno o al mecanismo permanente a partir de 2013, cuando venza el vigente.

Respecto al actual fondo de rescate, hoy vemos cómo un país con apenas representatividad como Eslovaquia podría suponer un escollo, al estar supeditado al juego político interno su respaldo a las líneas pactadas en la cumbre de julio. Cuestion ésta que da alas a la facción que quiere tumbar la exigencia de unanimidad en las decisiones, en el marco de una nueva Europa confederada que apuntale mejor sus políticas económicas.

También está pendiente el detalle de los términos y el alcance de la flexibilización de funciones del fondo, la liberación del siguiente tramo del primer rescate griego, de 8.000 millones, y el hueso de la recapitalización de la banca, un frente que abre la veda de las respuestas amargas: definir las pérdidas, su cuantía, impacto, costes, cómo se van a articular y en qué plazos.

Una carrera de obstáculos de máxima exigencia y en menos de un mes para unos líderes que en casi dos años no han sido capaces de concretar. ¿Puede esprintar un corredor de fondo... y lento? Difícil.

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