Opinión

Editorial: El trabajo que Jobs lega a Apple

La muerte física de Steve Jobs abre dos vías: la de la retrospectiva panegírica y la del futuro de Apple, la compañía más valiosa del planeta por su obra y gracia, pero cuyo jobscentrismo previo supone hoy un desafío extra.

En la primera, el mago de Cupertino se revela inmortal. Creador del concepto integral de experiencia respecto de un dispositivo electrónico, sus gadgets y aplicaciones asociadas son intuitivos, cómodos, divertidos y al tiempo eficaces, atractivos sin dejar de ser prácticos, sencillos por sublimación de su complejidad: aúnan tecnología, usabilidad, diseño y marketing.

Buenos para el usuario y para la empresa, por su capacidad de generar ingresos surgidos de la multitarea en el universo Internet: música a la carta, micropago, conexión social, dotación de nuevos soportes a diversas industrias, como la de la prensa, donde el iPad brinda una alternativa al papel que incluso eleva su potencial.

Apple, la compañía que cofundó y que ha transmutado la relación del ciudadano de a pie con la tecnología, debe vivir sin él pero sin perder su espíritu, el de seguir hambrienta, una actitud vital que Jobs aconsejó en el famoso discurso en Stanford. Hambrienta para seguir obligando a sus rivales a ir a rebufo de sus innovaciones.

Y hambrienta para no ser comida. Es ahí y no en la implantación del plan de sucesión que Jobs dejó definido donde está la dificultad. El nuevo iPhone4GS trae avances, pero no se redefine. A cambio se anota el tanto del menor precio. La compañía de la manzana no puede flaquear o se caerá del árbol. El sucesor y discípulo de Jobs no afronta una tarea fácil.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky