Opinión

Lorenzo Bernaldo de Quirós: Pávana para un ministro difunto

A principios de los años 90 del siglo pasado, un ministro socialista emitió una contundente sentencia: "La mejor política industrial es la que no existe".

 Casi dos décadas después, el actual responsable del Ministerio de Industria, el señor Sebastián, ha hecho suya esa proclama con una variante, el despliegue de un intervencionismo rampante en múltiples operaciones corporativas.

El resultado de su gestión ministerial ha sido una combinación explosiva de incompetencia, bandazos y arbitrariedad; un ejercicio de despotismo sin el añadido de ilustrado, incomprensible en un país moderno y desarrollado como lo es aún España y en alguien con las credenciales académicas del señor ministro. Por desgracia, esto no ha sido una excepción en su vida pública, sino una constante desde su incorporación a la Oficina Económica de la Presidencia (OEP).

Ha manifestado una tendencia patológica a utilizar sus cargos para dar expresión a sus ocurrencias y, peor, a sus fobias y filias. En este contexto, su actuación en el intento de asalto de Sacyr-Pemex a Repsol es el triste epílogo a una gestión lamentable. Un poco de historia ilustrará esta tesis.

Recién llegado a Moncloa, el señor Sebastián animó, o al menos apoyó, al señor Del Rivero, presidente de Sacyr, a lanzarse a la toma de control del BBVA. La lógica financiero-económica de ese movimiento era inexistente, pero la política personal no lo era. El entonces cabeza de la OEP había sido despedido por el presidente de ese banco, señor González, y éste debía pagar su osadía. El golpe de mano salió mal, gracias a los dioses.

Vista la evolución de la economía española, la delicada situación de su sistema financiero y la dramática posición de Sacyr, es estremecedor pensar lo que habría sucedido si el magnate murciano, que todavía preside esa constructora, se hubiese hecho con los mandos del segundo banco del país. Ésta hubiese sido, sin duda, una de las grandes aportaciones del señor Sebastián a la estabilidad financiera y económica de España.

Del mismo modo, el ministro de Industria fue uno de los impulsores de la entrada de Enel en Endesa. Basta leer las hemerotecas de la época para tener una idea cabal de su participación en la operación que supuso la conversión de la primera eléctrica española en una filial de una compañía estatal italiana. Sin duda, el señor Sebastián realizó una contribución extraordinaria al fortalecimiento del tejido empresarial patrio y a la consolidación de empresas españolas con una realidad y una vocación internacional. Por casualidad, el presidente de la Endesa -renacionalizada por la puerta de atrás- era Manuel Pizarro, un hombre cercano al Partido Popular.

Había que expulsarle de Endesa, aunque eso supusiese entregarla al Estado italiano. A pesar del constante intervencionismo del señor ministro en la escena empresarial española, una gestión ministerial brillante podría haber equilibrado algo su trayectoria en la res pública. Ése no es el caso, y basta un ejemplo para ilustrar parte de su legado.

Referencia energética

El sector de la energía ha sido el símbolo más significativo del caos gubernamental en el ámbito de la Industria. El déficit tarifario no se ha corregido ni encauzado, sino que ha escalado hacia cotas gigantescas. El mix energético nacional está sin definir. El irracional esquema de incentivos establecido para la energía solar, sobre todo para la fotovoltaica, generó una burbuja financiera insostenible y, cuando se quiso rectificar, se creó una situación de riesgo regulatorio con costes muy serios para la imagen internacional de España. Mientras impulsaba la energía verde, España doblaba el recurso al carbón para generar energía.

La ausencia de una estrategia coherente y rigurosa en un sector estratégico para la economía nacional se vio sustituida por una serie de ingeniosidades, desde el coche eléctrico, versión postmoderna del gasógeno, hasta las imaginativas medidas para impulsar el ahorro de energía como montar en bici, repartir masivamente bombillas de bajo coste, quitarse la chaqueta en verano o ponérsela en invierno para usar menos el aire acondicionado o la calefacción...

Esos casos son sólo modestas ilustraciones de una catarata de inconsistencias que llenarían las páginas de una antología del disparate industrial. Con todo, lo peor no es la caótica política desplegada por el Ministerio de Industria, sino la permanente y contumaz confusión entre el interés general y el privado que ha presidido la conducta del máximo responsable de ese departamento.

Concatenación de casualidades

Desde esta perspectiva, el conflicto Repsol-Pemex-Sacyr ilustra hasta la saciedad una trayectoria impresentable, al menos en términos estéticos, para un representante del Gobierno de una nación del primer mundo. En este sentido, el ejercicio de excusatio non petita accusatio manifesta realizado por el señor Sebastián en El País del pasado fin de semana es clamoroso.

Nadie ha acusado al ministro de Industria de ser el agente político del señor Del Rivero, pero sí es posible afirmar que se ha producido una concatenación de sorprendentes casualidades en el desarrollo de la ofensiva de Sacyr y Pemex sobre la petrolera española.

En primer lugar, si el ministro de Industria hubiese estado o querido estar fuera de la operación, carece de sentido su reunión con los representantes de la constructora española y la petrolera mexicana acompañados por el embajador azteca y sin convocar, eso parece, a Repsol.

En segundo lugar, si hubiese sido neutral, no hubiese proclamado a bombo y platillo la "españolidad" de dicha operación; declaración, al menos, aventurada.

En tercer lugar, si hubiese sido imparcial, no hubiese permitido que el presidente de la CNE, nombrado por él, afirmase que el regulador no tenía nada que decir sobre el tema, sin haber convocado ni oído previamente al máximo organismo ejecutivo de dicha Comisión. En cuarto lugar, si estuviese al margen de la operación, hubiese desaconsejado convocar un consejo extraordinario de la CNE antes de un Consejo ordinario de Repsol, donde se iba a discutir el intento de control de Repsol por Pemex y Sacyr.

Por último, la fulminante respuesta de la CNE a la petición de pronunciamiento de la Comisión por parte de Repsol y de Gas Natural no se compadece con la complejidad del asunto ni con su trascendencia. Intentar desviar la atención invocando la independencia de "esta CNE" es una burla.

Gestión de Sebastián

La gestión del señor Sebastián al frente del Ministerio de Industria constituye una contrastación empírica del viejo axioma: nadie llega tan lejos como el que no sabe a dónde va.

La improvisación sin rumbo, la permanente contradicción entre las palabras y los hechos y una olímpica arbitrariedad han sido las líneas maestras que han guiado la política industrial de España durante el último cuatrienio. En la peor crisis económica de su Historia contemporánea, el país ha tenido el peor ministro de Industria, casi nada.

Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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