Opinión

Fabián Estapé Rodríguez: 'Solo ante el peligro', dirigida por...

Pese a que quieran distraernos de nuestras cuitas con el circo que tiene montado Grecia (porque pan, en esta ocasión, no hay para todos), no hay quien duerma tranquilo con la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los españoles. Vamos, que nosotros ya tenemos bastante. Muy pocos se han parado a pensar que la crisis en nuestro país viene rebozada en un emplasto de problemas adicionales que, o mucho nos equivocamos, o pasarán a la historia con pena y gloria.

El 26 de agosto se anunció un acuerdo récord entre el PSOE y el PP para incluir en la Constitución una norma sobre el equilibrio de las finanzas públicas que ha fue aprobada de forma definitiva en el Senado el pasado 7 de septiembre.

Pues bien, la inclusión de la disciplina presupuestaria en la Constitución no se limitará a unas frases intercaladas en el texto, sino que tendrá efectos colaterales discutibles para las finanzas nacionales y contradictorios sobre los cándidos contribuyentes, a quienes ni siquiera se les ha consultado su parecer.

Como ya señalamos, esta absurda medida urgida desde Bruselas (a alguien hay que echarle la culpa, ¿no?), exótica para la gente de a pie, de la que se espera que sea la purga de Benito contra la catalepsia económica que se padece, traerá cola. O, mejor dicho, meterá en cintura al Estado, las CCAA y el resto de Administraciones? ¿Seguro?

A pesar de que hasta dentro de ocho años no tendrá efecto real la aplicación de políticas de gasto e ingreso tendentes a no descuadrar estructuralmente las finanzas públicas, poco a poco se irán articulando medidas que favorezcan la recaudación de más ingresos para las arcas del Estado que, sin duda, afectarán directa o indirectamente a los contribuyentes, a no ser que la economía patria comenzara o comenzase a restablecerse por sí sola ("tarde me lo fiáis, Don Mendo?").

Habrían de sufrirse, pues, con llantos y rechinar de dientes, subidas de impuestos como el IVA, IBI? que, a su vez, frenarían el crecimiento, desincentivarían el consumo privado y, con ello, abocarían a un nuevo parón en el crecimiento del PIB. ¡Otra pescadilla que se muerde la cola! Por otro lado, pero a confluir en el mismo sitio, vendrían los recortes del gasto en las Administraciones locales: reducción en los gastos de personal, en las plantillas de funcionarios... ¡reducción, reducción y reducción! Por si fuera poco, el Estado tendría que racionalizar hasta lo que nunca se debería recortar, el Estado del Bienestar: Sanidad, Educación, Fomento?

Lo mejor está por ver

Pero lo mejor aún está por ver, ya que éste es el panorama que le espera al futuro inquilino de La Moncloa, que estará solo ante el peligro, escribiendo y dirigiendo el guión de esta película que no creemos que coseche muchos éxitos entre el público. Y es que, por si fuera poco, nos enfrentamos, además, a un cambio de Gobierno (de partido o sólo de titular, eso se verá en noviembre).

Por un lado, está el cántabro Alfredo Pérez Rubalcaba -dejaremos para un próximo artículo al otro aspirante a "desfacedor de entuertos"-, en cuyo palmarés figura el haber sido diputado por la España Central, la del Norte y luego la del Sur (por Toledo, Madrid, Cantabria y por Cádiz), ministro de Educación y Ciencia (1992-1993), ministro de la Presidencia (1993-1996), ministro del Interior (2006). El 21 de octubre de 2010 tomó posesión como vicepresidente primero y portavoz del Gobierno, conservando además sus responsabilidades en el Ministerio del Interior hasta el pasado 8 de julio. Al menos, tablas no le faltan...

El candidato Rubalcaba

Conocí a don Alfredo Pérez Rubalcaba en un entorno un tanto lúgubre: un tanatorio al que ambos habíamos acudido para rendir un último homenaje al difunto rector de la Universidad de Barcelona don Antonio Caparrós Vito. En el transcurso de nuestra conversación, Pérez Rubalcaba recibió la llamada de su esposa Pilar, quien le reprochó no haber estado en Madrid para asistir el día anterior a una conferencia en la Residencia de Estudiantes sobre Ernesto Lluch, cuyo orador, curiosamente, había sido el que suscribe y en la que, a su parecer, se había disparado metralla verbal.

El encuentro no pasó de ahí y transcurrió mucho tiempo sin tener oportunidades de charlar bis a bis con Alfredo Pérez Rubalcaba para poder forjarme una opinión un poco más subjetiva sobre él que la que tenía como consumidor de sus intervenciones parlamentarias (tantas como ha habido he escuchado).

Sobre todo, las relacionadas con asuntos escabrosos de la etapa llena de ingenio, por así decirlo, en la que empezó a brillar con luz propia en los duelos, o si prefieren duetos, habidos entre el megaministro y la pizpireta exabogada del Estado mano derecha de Mariano Rajoy Brey, María Dolores Cospedal; o cualquiera de las contestaciones a las impertinentes interrupciones de la señora Sáenz de Santamaría.

En la actividad parlamentaria de Rubalcaba destaca su fluidez en la intervención continuada y exenta del recurso al papel escrito, su capacidad de dar contestación improvisada a lo que surge en cada momento. Uniendo su imagen pública con mi percepción y utilizando un lenguaje que el señor Rubalcaba entenderá perfectamente, como doctor en Ciencias Químicas, diremos que el candidato del PSOE no parece ser un experimento de laboratorio, sino una mezcla equilibrada, químicamente pura.

Esperemos que la costumbre de no escribir guiones no le reste méritos en la dirección de este film que pretende hacer a partir de noviembre. El próximo martes seguiremos hablando de cándidos y candidatos...

Fabián Estapé Rodríguez. Economista.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky