La banca española acumula vencimientos en los próximos 27 meses por valor de 200.000 millones de euros. Después de cuatro meses de absoluta sequía en los mercados mayoristas de deuda, semejantes cifras representan un problema de liquidez tan serio como Lehman Brothers.
O se financian estas cantidades entre inversores institucionales y autoridades monetarias y fiscales, o la falta de fondos puede estrangular nuestro sistema financiero hasta caer en el colapso.
En estos momentos, entidades muy solventes se están viendo obligadas a captar recursos entre sus clientes a través de fórmulas tan inusuales como los pagarés, lo que supone una patada hacia adelante de las dificultades, ya que con estas prácticas sufren unos diferenciales negativos de tipos de interés muy graves, perdiendo la rentabilidad.
Por eso hay que delimitar pronto las pérdidas que puedan generar las deudas soberanas y recapitalizar a las entidades en consecuencia, de modo que se disipen las dudas sobre su sostenibilidad y se recobre el flujo de la financiación.
En el caso de España, las necesidades de nuestra banca podrían terminar engrosando las cuentas públicas hasta niveles insoportables. Europa debe hacer caso al FMI y atender los males de sus bancos. La falta de solvencia de una parte de la eurozona no debe propagarse hasta convertirse en una cuestión de ausencia de liquidez para todos.
De lo contrario, puede abocar de golpe y porrazo a más de una entidad a la desaparición y recrear el caos post-Lehman. El pánico bancario ha vuelto y las autoridades deben aplicar una diligencia mucho mayor en su saneamiento.