Opinión

Matthew Lynn: Las economías anglosajonas se las arreglan solas

Lo que se debe saber sobre la economía global actual es muy sencillo. No es el salvaje oeste ni hay gente paseándose por la ciudad con un revólver de seis cartuchos.

 Sin embargo, cada vez que uno abre el periódico, ojea una web nueva o lee un informe de investigación de algún gran banco, un economista de aspecto grave se queja de que "nos estamos quedando sin munición".

Es el nuevo lema del momento: no quedan herramientas capaces de levantar una economía global que claramente se está ralentizando, dicen. Los bancos centrales no pueden recortar más los tipos. Los Gobiernos no pueden aumentar más los déficits. Hasta el colosal lanzacohetes de la escuela económica del proyectil -la facilitación cuantitativa- está descartado por ahora.

¿Y qué más da? Esto no es una guerra de pistoleros ni hay nadie en los búnkeres. En realidad, es bueno que nos hayamos quedado sin balas porque las medidas de estímulo artificial de los bancos centrales y los políticos han sido parte del problema, no de la solución.

Bajo la superficie, las dos grandes economías anglosajonas -Estados Unidos y Gran Bretaña- progresan hacia la reducción de unos niveles excesivos de deuda que eran la raíz del problema. En cuanto pierdan el gusto por las soluciones rápidas, podrán añadir un par de políticas más (bajar los impuestos y menos burocracia, por ejemplo) y sus economías volverán a estar en forma.

No puede seguir inflando

El esquema de la munición ha sido inevitable. Antes del discurso del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en Jackson Hole, los expertos mercadólogos buscaban a la desesperada cualquier señal de un nuevo jadeo capaz de reavivar la economía. ¿Imprimir más dinero? ¿Comprar bonos con mayor caducidad? ¿Títulos o propiedad inmobiliaria directa? ¿O incluso bonos españoles o italianos? Todo se barajaba como posibles opciones para el Fed. Al final, lo único que obtuvimos entonces fue una declaración bastante sobria de dónde está la economía y adónde va. Por lo general, se describió en un tono negativo, pero no es verdad.

La buena noticia es que ya no se puede seguir inflando la economía. Las dos grandes economías anglosajonas se han pasado una década entera haciendo exactamente eso. En 2001, cuando George W. Bush accedió a la presidencia, EEUU tenía una deuda de 5,9 billones de dólares. Ahora supera los 14. La deuda de Reino Unido alcanzaba los 290.000 millones de libras en 2000. Ahora es de 1,033 billones. ¿Y qué hemos conseguido con eso? ¿Se ha reducido el paro, aumentado la productividad o estrechado los déficits comerciales? No.

En realidad, los interminables programas de estímulo han empeorado las cosas. El mundo atravesaba una crisis de deuda y la solución, como cualquier persona podría haberle dicho, premios Nobel de Economía aparte, no era más deuda, sino menos.

Cuál es la solución

Pongamos el caso de Reino Unido. En 2008, según los cálculos del McKinsey Global Institute, si sumamos las deudas de los consumidores, corporativas y personales, los británicos debían, en total, de una forma u otra, nada menos que el 489 por ciento del Producto Interior Bruto. El caso de Japón no era mucho mejor, con una deuda total del 459 por ciento del PIB. Estados Unidos era algo más comedido, con una deuda total justo por debajo del 300 por ciento del PIB. Las cifras eran pasmosas en todo el mundo desarrollado.

El mal que sufrimos es el de los balances averiados. Consumidores, Gobiernos y ciertas ramas del sector corporativo -principalmente los bancos- se tambalean bajo una montaña excesiva de deuda que les aplasta. Las empresas no invierten, los ciudadanos no gastan e incluso los Gobiernos se muestran reacios a la expansión. ¿La solución? Reducir gradualmente la deuda y mejorar el balance. Y eso precisamente es lo que está ocurriendo. "Los hogares también han hecho progresos en la reparación de sus balances: ahorran más, piden menos prestado y están reduciendo la carga de los pagos de deudas e intereses", comentó Bernanke recientemente.

Bien. Según las cifras de la Reserva Federal de Nueva York, la deuda total de los consumidores en EEUU se sitúa en 11,4 billones de dólares, con una reducción de 1,08 billones (el 8,6 por ciento) frente a su máximo en el tercer trimestre de 2008. Algo parecido está ocurriendo en Reino Unido. De acuerdo con los últimos datos del Banco de Inglaterra, los hogares británicos arrojan un excedente financiero del 2 por ciento del PIB, frente al -6 por ciento en la cima de la burbuja crediticia. Allí y en EEUU se sanean poco a poco los balances.

La deuda se reduce en términos absolutos, y eso no es todo. En términos nominales, la caída es más rápida aún. La inflación en EEUU se sitúa actualmente en el 2,8 por ciento; en Reino Unido es del 4,4 por ciento. Y ésas sólo son las cifras oficiales, las reales pueden ser más altas. Puede ser negativo en muchos sentidos, pero también erosiona la deuda muy deprisa. Añadamos las dos cosas -la reducción absoluta y la evolución de los IPC- y la deuda volverá a ser controlable bastante pronto. No este año ni el que viene (recuperarse de una burbuja de deuda es fácil en ningún caso), pero en 2013 y 2014 la salud de ambas economías podría tener mucho mejor aspecto.

Los mercados se pondrán al día

A pesar de tanto pesimismo frente a la economía global, a un nivel básico, las economías anglosajonas se están arreglando. Mientras sigan evitando la opción fácil de más medidas de estímulo, resurgirán a su debido tiempo en condiciones mucho mejores. Si esto se une a varias reformas estructurales (impuestos más bajos y menos restricciones a los empresarios), incluso podrían acabar definitivamente sanas a mediados de esta década incluso. Teniendo en cuenta lo mal que estaban en 2008, sería un resultado impresionante.

Los mercados bursátiles seguirán subiendo y bajando como tienen por costumbre, pero lo que cuenta a medio plazo es la fortaleza económica fundamental, y ésa mejora lentamente. Al final, hasta los mercados se pondrán al día. Eso sí, siempre que dejen de apelar a la munición para resolver los problemas económicos.

Matthew Lynn. Director ejecutivo de Strategy Economics. Esta tribuna también aparece en Market Watch.com

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