Opinión

El apocalipsis aún puede esperar

El 'sí' del Parlamento alemán el día 29 a la ampliación del fondo de rescate es clave para evitar un gran colapso.

Dejamos atrás una semana crítica en la que han comenzado a aparecer las primeras evidencias de que Europa puede entrar el año próximo en recesión, mientras que la economía de Estados Unidos languidece y los países emergentes, como China o Brasil, comienzan a dar signos de debilidad, aunque su velocidad de crucero se mantenga aún a buen ritmo.

La estampa no es ni mejor ni peor que la que vimos en agosto; la diferencia está en que, esta vez, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, se ha quedado sin munición para combatir el enfriamiento de la economía americana, y que la crisis de la deuda, lejos de arreglarse, se complica por momentos sin que se vean atisbos de solución. Ya se sabe que las incertidumbres son el peor enemigo de los mercados.

Las principales amenazas, las dos bombas que necesitamos desactivar cuanto antes, son la posible quiebra de Grecia, que la mayoría de los analistas dan por segura en los próximos meses y el temor a un colapso bancario en Europa, que haría aún más ingobernable la situación.

El devenir de ambas cuestiones se resolverá en una fecha clave, la del próximo jueves, 29 de septiembre, en la que el Parlamento alemán tiene previsto votar el acuerdo alcanzado entre Merkel, Sarkozy y Trichet el pasado 21 de julio. Hasta el momento, sólo cinco países del euro han dado su visto bueno, entre ellos España, pero los más reacios son los alemanes.

¿Por qué es determinante este compromiso? Porque permite ampliar el fondo de rescate hasta 440.000 millones y utilizarlo tanto para desembolsar el nuevo tramo de ayudas prometidas a Grecia, como para recapitalizar los bancos. ¿Qué ocurre si no se aprueba? Que Grecia entraría en una quiebra desordenada, al igual que una parte del sistema financiero, sobre todo los bancos franceses y alemanes.

¿Por qué los Gobiernos no inyectan dinero en sus bancos en lugar de esperar al día crítico? Porque no lo tienen. Francia, la segunda economía del euro, perdería la calificación triple A para su deuda si tiene que destinar recursos a sus entidades, con lo que el escenario sería catastrófico.

¿Qué posibilidades existen de que fracase Merkel en la votación? Bastantes, ya que el Partido Liberal con el que gobierna en coalición está en contra y una parte de la propia CDU también. Tendrá que apoyarse en los socialdemócratas o recurrir a una moción de confianza.

¿Y qué ocurre si se ratifica? Pues que no será suficiente para devolver la calma a los mercados, porque el tamaño del fondo es insuficiente para cubrir las necesidades de más ayudas, como la que podrían necesitar Irlanda o Portugal. Como dice Merkel, no existe una medicina milagrosa capaz de resolver la situación de la noche a la mañana. Ni siquiera los famosos eurobonos, ya que no solventan los desequilibrios fiscales a medio y largo plazo.

El único plan creíble, por tanto, es seguir aprentándose el cinturón. Irlanda está logrando un resultado sorprendente, con crecimientos positivos del 2,6 por ciento en tasa interanual, mientras que Portugal se esfuerza por cumplir sus deberes. Si España, bajo la futura égida de Mariano Rajoy, lograra meter el déficit público en cintura, y Berlusconi se toma las cosas en serio y convoca elecciones, quizá a fin de año podamos ver algo de luz al final del túnel.

Pero aún contando con que los cuatro países periféricos cumplan a rajatabla su misión, tenemos el problema griego. En algún momento habrá que dejarlo caer y el estropicio que cause es impredecible.

Lo lógico es que la troika que negocia el nuevo cheque de 8.000 millones, que permitirá a Grecia seguir pagando las pensiones en octubre, no lo firme hasta que se despeje la incógnita sobre el voto del Parlamento alemán. Si todo va bien, ese cheque le permitirá tirar tres meses más. Por tanto, hacia Navidad será el momento de replantearse, a la luz de los progresos que hagan los griegos, si va de una vez a la quiebra o no.

Es decir que, en el mejor de los escenarios, nos quedan tres meses de mercados volátiles, y a partir de ese momento se podría ensayar la voladura controlada de Grecia. El escenario más probable es aplicarle una quita de en torno al 50 por ciento a su deuda, para que pueda hacer frente a sus compromisos, sin sacarla del euro.

El abandono de la moneda única perjudicaría aún más a sus acreedores, que apenas recuperarían un céntimo de sus préstamos y, sobre todo, abriría la caja de Pandora sobre la ruptura de la moneda única, al permitir la salida del resto de países incumplidores.

Existe una alternativa, que se debatirá esta semana en la asamblea de otoño del Fondo Monetario y el Banco Mundial: orquestar un fondo multilateral para ayudar a Europa a salir del bache como se hizo a través del Plan Brady con Latinoamérica en los 80. Pero lo más probable es que todo quede en una declaración grandilocuente, como en otras ocasiones. Aún hay margen para evitar el Apocalipsis.

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