Dar solución al problema del euro atendiendo únicamente a parámetros monetarios no es suficiente. Pues si lo fuera, las salidas podrían encontrarse con mayor o menor dificultad. Desgraciadamente, la crisis del euro es más profunda, y hunde sus raíces en la compleja estructura política de la Unión Europea.
Tanto es así, que la canciller alemana, Angela Merkel, aseguraba hace algunos meses: "El euro es más, mucho más, que una divisa. El euro es la garantía de una Europa unida. Si el euro cae, Europa se quiebra". Y es éste el punto de partida para comprender lo que se esconde detrás del telón.
Merkel no está, quizás, en sus mejores momentos políticos, pero su aserto no deja de reflejar la realidad de lo que hoy es Europa: una amalgama de países que conforman un mercado imperfecto que se mueve alrededor del euro, sin una voluntad cierta de establecer una realidad económica y política más integrada; con todo lo que esto supondría de pérdida para las soberanías nacionales. De ahí que todos los países del área luchen por mantener sus cotas de poder, en contraposición a los esfuerzos que deberían hacer para encontrar espacios de mayor integración.
No es ésta una cuestión reciente; se trata de la propia historia europea, donde los recelos de unos contra otros han estado siempre presentes. Algo que los padres fundadores de Europa -Schuman, Monnet, de Gasperi y Adenauer- trataron de evitar proponiendo una Europa basada en la idea de una comunidad supranacional sólidamente asentada en unos principios de solidaridad, responsabilidad y entendimiento común.
Hecho que se demuestra imposible cuando los actuales dirigentes sólo atienden a sus propios intereses. De ahí que sea una quimera ir más allá de lo que muchos generalizan como la Europa de los mercaderes: unos comerciantes siempre prestos a engañarse en complejas negociaciones de pasillo con el objetivo de mantener sus cotas de poder.
Sin mecanismos europeos
Una Europa donde casi todos tienen sus economías básicamente cerradas a los demás, ya sea en lo financiero, lo energético o lo tecnológico, por poner ejemplos evidentes. Con la circunstancia añadida de que todo el entramado institucional se sustenta en una superestructura administrativa de funcionarios que, además de costosísima, es incapaz de dar respuesta a las necesidades y retos que plantea el mundo globalizado.
Y así, se encuentra la Unión Europea sin los mecanismos apropiados para solventar la presente crisis. Un problema que puede acarrear otros mayores, y dar cauce a una escalada que no sólo alcance al mundo occidental, sino también a otros países que aún mantienen sus economías con cierta prosperidad. Pues los problemas europeos dentro del mundo globalizado se demuestran imposibles de resolver contando como único bagaje con un banco (el Banco Central Europeo), una moneda (el euro) y una enorme gestoría (la Comisión Europea). Mientras se mantiene ausente lo imprescindible, como sería tener una fiscalidad común y una política económica más integrada, a fin de evitar los dislates económicos que se han cometido en el pasado.
Rescates
En este contexto, los rescates financieros constituyen parches que no acaban de erradicar el problema de fondo, pues no hacen sino alimentar las ansias especulativas de los mercados que se mueven de un lado a otro buscando cómo sacar el mayor provecho. Y las soluciones más drásticas pueden convertirse en cargas de profundidad de imprevisibles consecuencias. Ya sea apartar a Grecia del euro o, en el otro extremo, que Alemania saliera del sistema: sabemos donde empezaría pero no donde terminaría.
El primero, en realidad, parece el más simple: montar un corralito a la argentina en Grecia, y dejar que el FMI arregle el desaguisado. En lo económico, la fiesta griega sólo le costaría a Francia unos 53.000 millones de euros y a los alemanes, alrededor de 35.000, según las últimas estimaciones. Al resto de los europeos les tocaría la parte alícuota; es decir, la que decidiera Alemania. Una operación no tan simple, sin embargo. Detrás de Grecia, esperan en la retaguardia peces más sabrosos: Italia y España, que son la actual tapadera de Francia. Portugal e Irlanda, por su tamaño, dejarán de interesar.
Respecto de la salida de Alemania del euro, su sola consideración nos lleva a recordar la Tierra Media de Tolkien, con los valar, los elfos, los hombres y el terrible Morgoth. La cuarta economía del planeta de vuelta al marco, dejando a Francia de patrón del euro, con Italia a punto de sucumbir y España casi de su brazo. Eso sí, Inglaterra seguirá mirando desde sus islas sentada en la libra. Un panorama no muy alentador.
No hay otra salida: la solución de Europa es más Europa. Y para ello se necesita más y mejor liderazgo. Lo que lleva a preguntarnos sobre la capacidad de los líderes europeos actuales para sacarnos fuera del escenario de El Señor de los Anillos. Pregunta interesante, sin duda.
Eduardo Olier. Director de la Cátedra de Geoeconomía en la Universidad CEU San Pablo.