Se agota el tiempo para salvar a la banca europea de la crisis de deuda, sentenciaba ayer el FMI. Sin recapitalización, bien por medios privados, como en las cajas, o públicos, con acceso al Fondo de Estabilidad, la nave financiera se hunde.
La combinación de tensiones del crédito soberano y riesgos en el interbancario se cifra en un impacto de 300.000 millones. Una peligrosa vulnerabilidad que, además del dominó bancario, amenaza el crecimiento.
Con su serio aviso, lo que hace la institución que encabeza Lagarde es urgir al consenso en la ampliación y flexibilización del fondo de rescate, de modo que se destine no sólo al caos griego sino a recapitalizar las instituciones bancarias.
Es un mensaje claro para el Bundestag alemán, que el próximo día 29 decide sobre el aumento del FEEF. El camino está claro.