Tarde se ha dado cuenta la UE de que la lentitud y la falta de coordinación para atajar el problema griego está poniendo en serios apuros a la banca.
El varapalo continuo que la banca francesa sufre en bolsa, con bajada de rating incluida, es el mejor ejemplo de cómo el miedo al contagio y a sucesivas quitas de deuda soberana podrían poner al borde del abismo a grandes entidades.
El Eurogrupo, al que acudirá de forma excepcional el secretario del Tesoro de EEUU, discutirá si se debe flexibilizar el fondo de rescate comunitario para reforzar el capital de los bancos. La tormenta desatada en agosto ha puesto en evidencia la vulnerabilidad del sistema, cuya capacidad para financiarse en los mercados internacionales depende esencialmente de la confianza en su solvencia. Demostrado que los test de estrés son completamente inútiles para calmar a los mercados, no sólo discutir, sino establecer mecanismos rápidos para fortalecer a la banca, es esencial para evitar recaer en la recesión.
Con problemas de liquidez, con márgenes de negocio muy pequeños y con la duda de sus posibles pérdidas por la cartera de deuda, no sólo no está en disposición de contribuir al crecimiento económico, sino que lo lastrará con crecientes restricciones al crédito.
En España los problemas de financiación son evidentes. En agosto, las entidades, tras meses de contención, han aumentado su apelación a la ventanilla del BCE un 34 por ciento. Más preocupante es que esta demanda supuso el 21,4 por ciento del total de la europea, cuando en junio su peso era sólo del 13,2 por ciento.