Zapatero nunca ha sido pesimista. Ni aun cuando la amenaza de un rescate le hizo dar un giro de 180 grados a su política.
Ayer, en la última sesión de control a su Gobierno, su tono fue el de siempre para calificar de "lenta recuperación" lo que en realidad es la certificación de la atonía económico del tercer trimestre, el entierro de las previsiones de PIB para 2011 y la más que díficil consecución del objetivo del déficit.
Admitió, a regañadientes, que las incertidumbres sobre Grecia podrían hacer variar sus cálculos de crecimiento, que aún se sitúan, a falta de rectificación oficial, en el 1,3 por ciento. La realidad es que al ritmo actual, el PIB crecería un 0,8 por ciento este año, y el déficit público se situaría en el 6,2 por ciento, dos décimas por encima de los prometido a la UE.
