Opinión

Hernando F. Calleja: ¡Viva Lagarde! Yo me apeo en la próxima

Quiero ser fiel en la cita, para evitar líos. Dice Christine Lagarde, la jefa del FMI: "Es necesaria una recapitalización de los bancos europeos a fin de que sean lo bastante fuertes para hacer frente a los riesgos que ocasionan los prestatarios de deuda soberana y el débil crecimiento".

Es para tirarse en marcha, señora. O más civilizadamente, para hacer aquello de Adolfo Marsillach: Yo me apeo en la próxima ¿y usted?

O sea, que la razón para que los bancos refuercen su capital es que los Estados, compulsivos emisores de deuda soberana, pueden dejar de pagar en cualquier momento. Qué cosas, ¿no?

La exministra gala, que hasta hace cuatro días firmaba emisiones de deuda soberana, aunque sea con perfume francés, ahora me cuenta que lo que hacía era crear un problema a los bancos que se la compraron. ¡Y se alarma por ello!

Alguien en un momento de lucidez dijo aquello de que la primera víctima de una guerra es siempre la verdad. Parafraseándolo, cabría decir que la primera víctima de una crisis económica es la vergüenza. La vergüenza herida de quienes crearon el problema y ahora apelan a toda suerte de conjuros para quitarse de encima la responsabilidad.

Mi alarma con la señora Lagarde me lleva a la huida cuando asegura que "el problema de la deuda soberana afecta a la confianza que tienen actores de los mercados en los bancos europeos". Madame Lagarde considera la deuda soberana como algo que está en la naturaleza de las cosas, como dicen los franceses remilgados.

O sea, que los Estados tienen un derecho divino a administrar mal y remediar sus estragos hipotecando a las generaciones venideras, pero los paganos de hogaño son las entidades financieras que deben de recapitalizarse para cubrir con suficiencia todos los excesos de que han sido capaces los Gobiernos.

Il y a deux poids et deux mesures. La ley del embudo.

Hernando F. Calleja. Periodista de elEconomista.

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