Las cuentas de la Seguridad Social se asoman al abismo de los números rojos. El primer síntoma evidente de las dificultades surgió cuando al final de 2010 se confirmó que los intereses que brindó el Fondo de Reserva salvaron al sistema de incurrir en déficit: el superávit obtenido ascendió a los 2.382 millones, mientras que el rendimiento de los ahorros de las pensiones se elevó hasta los 2.600 millones.
Y ahora se ha conocido que en julio, por primera vez, los ingresos por cotizaciones depositados en la caja no fueron suficientes para abonar las pensiones, pues la mora de las empresas y la destrucción de empleo erosionan la recaudación.
Pese a que Salgado afirmó que en 2011 habría un excedente del 0,4 por ciento del PIB, esto es, unos 4.000 millones, las previsiones de puestos de trabajo no se están cumpliendo y, por tanto, parece difícil que se logre cerrar el año teniendo superávit.
Y como el secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado, ya ve que las cifras no cuadran, se ha visto obligado a tomar medidas de urgencia, como invertir en deuda pública a corto los 6.000 millones que guarda en caja, algo nunca hecho y que sirve además para paliar las necesidades de financiación del Tesoro. ¿Y de dónde ha sacado esta caja?
Pues de los superávit logrados de años anteriores que no ha ingresado en el Fondo de Reserva. Granado sostenía que apartó estos fondos para conceder aplazamientos en los pagos de las empresas a la Seguridad Social. Por mucho que lo nieguen, todo esto puede dificultar que el Estado cumpla con su objetivo de déficit.